
Un lleno casi absoluto es lo que presentaba el patio de butacas del Teatro Guiniguada la pasada noche del domingo 23 para asistir al concierto de piano del maestro Jean Michel Bernard. De la mano de Fimucité (Festival Internacional de Música y Cine de Tenerife), el concierto materializó la demanda que desde otras Islas se ha realizado de la programación de este Festival que está teniendo lugar en la capital tinerfeña del 21 al 30 de septiembre). El programa consiste en un recorrido musical por algunas de las mejores bandas sonoras de la historia del cine.
Hay que decir que es de agradecer una iniciativa así en la agenda cultural de la capital grancanaria, más teniendo en cuenta que se trata, como ya hemos dicho, como la extensión de una propuesta proveniente de la Isla de Tenerife, contribuyendo así a romper una fragmentación cultural que, en nuestras islas, va de la mano de la territorial. Quiero decir, y esto es importante, que no es lo mismo vivir en Toledo y asistir a un concierto en Madrid, que vivir en Gran Canaria y querer ir a ver uno en Tenerife. Y eso es algo que pagamos y pagaremos siempre, y por lo cual, actos como el de este domingo pasado cobran una especial importancia.
Así que, como dije antes, lleno casi absoluto en el Guiniguada, incluyendo algunos niños en la primera fila, cerca del majestuoso piano sobre el escenario, lo cual es casi un oasis de esperanza en mitad del desierto.
La velada arrancó con la presentación del acto por parte de Diego Navarro, director de Fimucité, a través de una proyección en pantalla, a la cuál siguió la aparición del maestro Bernard, quien en un trabajado castellano dedicó una palabras al público, castellano que abandonó para continuar su actuación en un inglés perfectamente entendible.
El Sr. Bernard resultó ser un artista cercano, que interpelaba al público entre tema y tema: “¿Les suena? La Pantera Rosa, por supuesto, del maestro Mancini, claro que sí”.
Así, John Williams, Jerry Goldsmith, Morricone, Silvestri, todos los grandes, fueron desfilando ante los oídos del público, deslizándose entre los virtuosos dedos del maestro, quien en algunas ocasiones, cuando de canciones de cine se trataba, se hacía acompañar por la maravillosa voz de la cantante Kimiko Ono, reconduciendo así hábilmente el tempo musical y el ritmo narrativo de todo el conjunto.
Cada tema iba acompañado por un letrero proyectado en pantalla que informaba de su título y del autor que sonaba en ese momento. Un ligero e intencionado retraso en la aparición de los letreros en cuestión, obligaban a tratar de adivinar de cuál se trataba y la película a la que pertenecía, justo antes de que la pantalla lo revelara, lo que se convirtió en un divertido reto para el público.
Personalmente eché en falta algunas de las que, a mi juicio personal, son de las mejores bandas sonoras de la historia del cine, algo más de Morricone, como “Érase una vez en América” o “La Misión”, pero a cambio hubo sitio para sorpresas inesperadas como la maravillosa “Feliz navidad, Mr. Lawrence” de R. Sakamoto. Así que, voz, notas, piano, juego de luces, acústica y la estética majestuosa del Teatro Guiniguada fueron los ingredientes perfectos que bastaron para poner a gran parte del público en pie para romper en aplausos al final de la velada, público que no se lamentaba a la salida en el hall, más que de lo corto que se les había hecho el concierto.
Se nos pasó volando, esa es la verdad.
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Daniel León Lacave