
Punto y final a la undécima edición de Fimucité. La cita de este año ha demostrado que el festival madura y asienta una programación que busca primar la calidad musical sobre la idea del “espectáculo por el espectáculo”. Conciertos como Todo Sobre Almodóvar, España Sonora, o la clausura con Galería Nocturna de Stephen King así lo demuestran. No significa que el resto de la programación no gozara de ese elevado valor cultural; más bien es la ratificación de que Fimucité mejora cada año la relación entre conciertos de masas como Tarantino Unchained o Espada y Brujería: Crónicas Sinfónicas de una Era Legendaria y aquellos que homenajean, reivindican o descubren a compositores y bandas sonoras de una calidad o innovación idiscutible.
Sin embargo, la manzana maduró tan rápido que se cayó del árbol. A lo largo de la semana nuestra mirada ha acentuado esa evolución en cuanto a la calidad y diversidad de la programación y la inclusión de nuevos recursos escénicos –el live to picture de El Más Allá, o el uso de la animación de luces en el Auditorio de Tenerife son muestra de ello-. Todo parecía indicar que esta onceava edición iba a rozar la perfección pese a la mala calidad del vídeo en el Auditorio Infanta Leonor o la desmesurada extensión de cuatro horas de Espada y Brujería; pero la clausura arruinó la fiesta con su baja venta de butacas.
Galería Nocturna de Stephen King fue un concierto magnífico, soberbio, con algún pequeño detalle negativo, pero excelente en cualquier caso. Sin embargo, sorprendía la estampa de un tercio de butacas vacías, de grandes calvas en algunas zonas, en el broche final de una edición que había llenado la noche anterior, y gozado de un aforo envidiable en el resto de conciertos. Este detalle evidencia el fallo de enfocar el concierto de Espada y Brujería como aparente cabeza de cartel, así como enfocar gran parte del marketing a este concierto. Galería Nocturna no gozó de ese apoyo publicitario; el tema de la edición de este año quedaba confusa al contraponerse los dos conciertos del Auditorio de Tenerife Andán Martín. En cualquier caso, las respuestas a esa baja entrada en el concierto final no deben empañar la calidad musical que Diego Navarro desplegó, batuta en mano, dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Tenerife.
La noche se presentaba oscura, y lo fue, pese a que los primeros temas del concierto fueran acompañados por el juego de luces (no justificado para esta cita). Cada suite contó con una duración ajustada, precisa y acorde al dinamismo que gozó toda la cita. Fue de agradecer tras el enorme cantar de la noche anterior. Y los detalles inundaron con elegancia todo el concierto; como las citas de las obras de Stephen King a las que puso voz el actor de doblaje Camilo García antes de cada suite –cosas como estas hablan del tono maduro y de buen gusto que asume Fimucité-.
El repertorio, desconocido para muchos, pero maravilloso ante la variedad y el exotismo de algunos temas que hacían un uso de la percusión y de la cuerda llamativo. Destacaron en la primera parte los temas de Richard Bellis para IT (1990), de Charles Bernstein paraCujo (1983), la interpretación de Cristina Ramos en La Niebla (2007), o el pequeño “live to picture” que se hizo con el final del capítulo Campo de Batalla de Pesadillas y Alucinaciones (2006). Sin duda la música de Jeff Beal coronó uno de los grandes momentos de la noche que dio paso al descanso.
Ya en la segunda parte el terror se adueñó verdaderamente de la sala con las suites de Benjamin Wallfisch para IT (2017), o la música sobrecogedora que Wendy Carlos y Krystof Penderecki escribieron para El Resplandor (1980). Las imágenes que se reproducían en pantalla absorbían al espectador, reforzaban el poder de la música, y aumentaban el sentido de terror del concierto. No obstante, el pánico y el ambiente de oscuridad se rompió en las últimas cuatro actuaciones, tras el dulce, optimista y colorido Stand by Me que interpretó Fran León como parte de la suite de Cuenta conmigo (1986), a la que Jack Nietzche y Ben E. King pusieron música en su día. De esta forma se cerró un concierto correcto, con un alto nivel musical, y el broche final con un tema de ACDC interpretado por una agresiva Cristina Ramos, y perteneciente a la banda sonora de La Rebelión de las Máquinas (1986).
En esa aventura por seguir creciendo, Fimucité tendrá que plantearse qué camino seguir: si reforzar la línea del éxito asegurado de otras ediciones, con conciertos comoEspada y Brujería que cuentan con el favor del público, o apostar por descubrir de manera elegante otras composiciones menos conocidas, pero igualmente hermosas, como ocurrió con la Galería Nocturna de Stephen King. Lo seguro es seguir un camino intermedio, como en esta edición. El objetivo de cualquier festival debe incluir ofrecer y descubrir a la ciudadanía manifestaciones culturales alejadas del mainstream. Es obvio que la mezcla logra tal objetivo, y en ese sentido, Fimucité sumará doce ediciones dentro de un año gracias a haber ido creciendo hacia ese equilibrio. Ya no es concebible, quizá, un concierto de Disney en la clausura final -demanda de algunos espectadores en las redes sociales-. Se ponen las cosas difíciles, son los retos de crecer. A por la duodécima.
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En 2011 creó la web sobre cine Esencia Cine (que ya extinguió sus servicios). Acompaña su actividad docente como profesor de Lengua Castellana y Literatura con el periodismo cinematográfico y la investigación sobre distintas cuestiones relacionadas con el audiovisual canario. Desde 2017 dirige Alisios. Revista del audiovisual canario.