
Dicen que hace mucho tiempo, cerca del fin del mundo, se alzaban sobre el Atlántico siete islas poseídas por criaturas y leyendas ya olvidadas. Destacaba entre todas, Tenerife, la más alta, con su Teide protector y mil historias ya contadas. Allí, según narran videntes y hechiceros, tuvo lugar anoche un concierto especial, repleto de épica y emociones en un auditorio imponente, violenta ola blanca de azulejos. El festival, dicen que se llama Fimucité, y el concierto, Espada y Brujería: crónicas sinfónicas de una era legendaria.
Antes de empezar se entregó, al gran compositor Pascal Gaigne, los XIII Premios de la Crítica Musical Cinematográfica Española en las categorías de Mejor Compositor Nacional y Mejor Score Nacional del 2016, por sus grandes canciones en El faro de las orcas (2016) y El Olivo (2016). Galardones entregados por la revista Scoremagacine. No pudo estar en sala, el compositor que si mandaba agradecimiento por una pantalla, pintura extraña que se mueve y habla. Tras escuchar sus melodías la gran gesta comenzaba.
A la batuta, una bella dama, de dirección elegante y prendas clásicas, Eímear Noone la llaman. Y en sus manos sonaron melodías, que una Orquesta Sinfónica puso en marcha, siempre con elegancia, valor y atrevimiento, para rendir homenaje a la música, que para el cine se ha hecho. Sonaron grandes canciones de gestas ya pasadas; letras y compositores varios, como David Withaker quien puso música a Cronwell, Rey de los Bárbaros (1982), o Daniel Pemberton que entusiasmó con las letras que compuso para las hazañas de Rey Arturo. La leyenda de Excalibur (2017).
No faltó en dicha “festa” momentos de entusiasmo. El aliento escapaba con el final de En tiempo de brujas (2001) de Atli Örvarsson, o el regalo de otros magos, con la interpretación de Who wants to live forever dentro de la banda sonora de Los Inmortales(1986) realizada con soltura por Michael Kamen y Queen. Dicen que una joven guerrera, de tez morena y ajustadas prendas, entonó con gran acierto, fuerza y explosión las letras de canciones que el público entero aplaudió con emoción.
Una noche mágica, con danzantes luces en sala, ambiente multicolor en el concierto más fantástico de esta onceava edición. La agilidad de la primera parte fue apaciguada tras el descanso, pareciera que la música, fuera encantada por hadas. Pero la magia superó al cansancio, ¡cuatro horas de música! Y ante nosotros, imponente, con su espada, Trevor Jones apareció, y con Merlin (1998) hizo honor a su premio FIMUCITÉ-Antón García Abril que agradecido recogió.
La noche puso cierre y pausa ante el esperado final de Galería Nocturna de Stephen King, con una enorme suite de Conan el Bárbaro (1982), hijo de la música de Basil Poledouris. Interminable épica la que dicen que acontece cada año en esas Islas Afortunadas, última puerta al infierno, que tras el fin del mundo se haya. Once batallas ganadas, con música de cine, ¡¿quién lo diría?! Toca esperar qué misterios aguarda Diego Navarro y su banda.
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En 2011 creó la web sobre cine Esencia Cine (que ya extinguió sus servicios). Acompaña su actividad docente como profesor de Lengua Castellana y Literatura con el periodismo cinematográfico y la investigación sobre distintas cuestiones relacionadas con el audiovisual canario. Desde 2017 dirige Alisios. Revista del audiovisual canario.