
Parecía que no, pero sí. El frío ha llegado a las noches orotavenses –pese a que la lluvia sigue resistiéndose-, y con él, la duodécima edición del Festival de Cortos Villa de La Orotava. Doce años que se hacen ver en los pequeños detalles de diseño, escenografía y cartelería por toda la ciudad. Bajo la noche cerrada, de camino al Auditorio Teobaldo Power de La Orotava, lo primero que sorprende al espectador son unas enormes letras blancas que anuncian, con elegancia y sin vergüenza, la presencia de este consagrado festival en la Villa del norte tinerfeño. Algo está cambiando.
La jornada del miércoles 15 cumplió con lo esperado: una asistencia muy modesta, pero un público interesado en la oferta planteada. Este año con una novedad. Las tradicionales colaboraciones con Filmoteca Canaria fueron sustituidas con una nueva sección, “Enlazados”, con la que se pretende compartir el buen cine que participa en otros festivales del Archipiélago. Una forma de construir puentes, establecer sinergias entre festivales, y como no, acercar una oferta distinta al público, siempre fiel y constante, de La Orotava. Una propuesta que personalmente aplaudo, y a la que le deseo suerte y réplicas en otras citas de nuestro calendario festivalero.
No obstante, esta primera edición de “Enlazados” se planteaba difícil, un tanto arriesgada, al contar como primera colaboración con el Canarias Surf Film Festival, un fantástico festival interinsular que cumple ya cinco ediciones, y cuyo buen hacer está fuera de toda duda. Sin embargo, su razón monotemática –las películas seleccionadas están relacionadas con el mundo del surf- planteaba la duda de si sería lo suficientemente atractivo para el público norteño. La respuesta: sí.
Alrededor de cincuenta personas –aparentemente relacionadas o apasionadas del surf y las actividades deportivas acuáticas- surfearon las butacas, cada vez más atacadas por el tiempo, del fantástico Teobaldo Power para disfrutar de la proyección de cuatro cortometrajes documentales de una espectacularidad visual deslumbrante. Todo un regalo sensorial para los amantes de las olas. Si bien es cierto que, en algunos de estos títulos como Bezerke (Andrew Kaineder, 15’, 2016), o A Canarian Winter (Adrian Rodd & Gines Diaz, 3’40’’, 2017), la espectacularidad de la imagen prima sobre el texto, casi inexistente. El resultado en ambas piezas es el de un pase sucesivo de imágenes impresionantes de surf con un acompañamiento musical adecuado con el estilo y la épica que se busca. Casi pareciera jugar con el efectismo de la publicidad, que con la narrativa documental.
En cualquier caso, las otras dos propuestas resultaron ser muy interesantes. Si bien en el aspecto formal ninguna de las dos llega a abandonar ese uso colosal de la imagen, pecando en ese sentido de cierta convencionalidad. No obstante, sus historias brillan por sí mismas, atrapan al espectador, y le invitan a subirse a una tabla y coger una ola para descubrir otros estilos de vida.
El último de los grandes surfistas hippies, protagoniza un corto documental entretenido, cuyo interés se encuentra depositado enteramente en su persona. Bruce Gold, The Last Of Great Surfing Hippies (Anders Melchior, 8’38’’, 2016) es, en efecto, eso, un perfil de Bruce Gold, un “vagabundo” como llega a afirmar él, que vive en Jeffreys Bay (Sudáfrica), una cuna del surf de la que no se ha separado desde los veinte años.
Su personaje es llamativo, en lo físico y en lo psicológico, pero Anders Melchior se aproxima a él con elegancia, atrapando momentos de relevación filosófica, y de humor natural que captan la complejidad y extrañeza de Bruce Gold. No obstante, una de sus mayores virtudes se encuentra en el montaje, el cual recupera e intercala material de cine doméstico de los 70’s donde se observa al propio Gold surfeando, con el mismo estilo desgarbado que en el presente. Un corto documental al que le falla un final un tanto precipitado.
Finalmente, esta primera edición de “Enlazados” se cerró con One shot (Darren McCagh, 30’, 2017), documental que se acerca a la figura profesional de Russell Ord, bombero, fotógrafo de surf, y padre de familia. La fotografía en este caso se vuelve verdadera protagonista del filme, y lo hace acudiendo al testimonio de un verdadero artista sobre, bajo y entre las olas. El formato expositivo tradicionalista de la película no mancha el resultado final, pese a pecar de una narración en primera persona que se puede presentar un tanto egocéntrica.
Así, se presentó esta nueva experiencia, de la que se echó en falta alguna presentación inicial que pudiera ser aprovechada como escaparate del festival invitado, y como introducción a la selección propuesta. En cualquier caso, poco a poco, y con paso firme, Cortos Orotava sigue creciendo, luciendo ya alguna cana, y pudiéndose permitir este tipo de propuestas. Y es que cuando se tiene una flota bien asentada, se puede comenzar a explorar nuevos mares y territorios desconocidos, enlazando otros puertos.
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En 2011 creó la web sobre cine Esencia Cine (que ya extinguió sus servicios). Acompaña su actividad docente como profesor de Lengua Castellana y Literatura con el periodismo cinematográfico y la investigación sobre distintas cuestiones relacionadas con el audiovisual canario. Desde 2017 dirige Alisios. Revista del audiovisual canario.