“Al Borde del Agua” / “Dueto” / “El Amor y Otras Necesidades”. Mujer y Representación

 

2017 ha supuesto el reencuentro con el cine de Josep Vilageliu. Problemas con la producción de sus últimos trabajos habían producido que desde su participación en La Laguna Plató de Cine con “LOVE” en 2015 y hasta enero de este año no habíamos tenido ocasión de disfrutar de nuevas propuestas del veterano cineasta. A lo largo de este año, sin embargo, se han liberado sus tres últimos mediometrajes que, curiosamente, siendo títulos completamente diferentes unos de otros, sí comparten varios elementos temáticos y conceptuales.

Protagonizada por Leonor Cifuentes, Judith Klejn, Idaira Santana, Laura Gómez, Rebeca Campo y Bibi Rodríguez, “Al Borde del Agua” es la propuesta más críptica de las tres, un mediometraje de 33 minutos con influencias de David Lynch o Luis Buñuel. En él, dos mujeres comparten estancia en el interior de un barco, sin saber nada la una de la otra y esperando a que una acción externa las libere de esa especie de limbo en el que están atrapadas.

Problemas de producción dificultaron la continuidad del rodaje, que se desarrolló entre junio 2015 y octubre 2016 por problemas a la hora de concretar agendas con los miembros del equipo. Esto supuso que, tomando como modelo “Ese Oscuro Objeto del Deseo” de Luis Buñuel (o, debido a los imperativos de la producción, más cercano al caso de Terry Guilliam y “El Imaginario del Doctor Parnassus”), el cineasta optara por utilizar diferentes actrices para los mismos papeles, ampliando de esta manera el sentimiento de desconcierto y el componente abstracto de los personajes. Al utilizar además sólo personajes femeninos, que únicamente salen de ese espacio para dirigirse a un misterioso casting, donde se valora más su físico que otras aptitudes, da al corto un discurso de género. Tenemos mujeres recluidas en un espacio pequeño, incapaces de comunicarse entre sí, dependientes de la aprobación de alguna autoridad exterior (que sobreentendemos masculina) y con un caso de violencia inexplicado (una de las mujeres es presentada con un misterioso golpe en la cabeza). Vilageliu incorpora además un componente erótico no sólo por la recreación que hace la cámara de los cuerpos de las protagonistas, sino también por la insinuación lésbica que flota en la relación entre las protagonistas. Todo está envuelto en una sensación de irrealidad o de sueño (potenciado con las imágenes superpuestas del interior del barco con el fondo del mar), la representación a través de diferentes mujeres de los personajes principales nos lleva también a pensar en una representación colectiva del género femenino sometido laboralmente y con una vida insustancial.

La figura del mar que rodea el barco parece marcar una doble dimensionalidad que separa el mundo real de ese espacio metafísico donde se desarrolla la acción, y es que el espacio físico del barco carece aquí de peso tangible, pudiendo ser igualmente un espacio imaginado o el Más Allá. A Vilageliu no le interesa presentarnos una historia narrativa, sino que elimina de su guion toda anécdota y todo componente explicativo, centrándose en la recreación de la atmósfera de extrañeza que acompaña a las dos protagonistas. Con una planificación sugerente, se recrea en el ambiente del barco, sin embargo, sus planos generan voluntariamente muchas preguntas y pocas respuestas. Por su parte, la música de René Martín ahonda en esa sensación etérea que fluye a lo largo de todo el metraje. Vilageliu parte de propuestas interesantes y ambiciosas, resolviendo con imaginación los problemas surgidos durante el rodaje, sin embargo, en nuestra opinión, su interés por desprender el mediometraje de elementos explicativos da como resultado un trabajo excesivamente críptico y con altibajos en el apartado interpretativo.

“Dueto” es el más reciente de los trabajos rodados por Josep Vilageliu, con un rodaje realizado entre el 28 de diciembre de 2016 y el 22 de enero 2017. Aquí el cineasta ofrece un cambio completo de registro. Si “Al Borde del Mar” era todo sugerencia y simbología, con “Dueto” se desprende de toda escenografía y nos presenta a los personajes (interpretados por Idaira Santana y Miguel Ángel Rábade) en un escenario desnudo, a oscuras. Los dos actores rompen en todo momento la cuarta pared, dirigiéndose directamente a la audiencia y la narración es más oral que visual. La puesta en escena de Vilageliu se limita a ir alternando diferentes encuadres, pasando del plano medio al primer plano, y con un trabajo de montaje sencillo a base de empatar estos planos y generar un sentido cronológico de la narración.

Aquí sí tenemos una historia entorno a la violencia de género, narrada con una doble perspectiva (masculina y femenina). El cineasta pretende así introducirse en la psicología tanto de la víctima como del agresor y generar de esta manera un espacio para la reflexión y el debate. Aunque los personajes verbalizan todas las acciones y, aparentemente, abarcan de esta manera toda la historia de una manera encadenada, podemos apreciar también un trasfondo oculto, ensombrecido como el escenario sobre el que recitan su experiencia. Los personajes se sinceran ante la audiencia, pero eso no implica que no se guarden secretos. Nadie es villano ante sus propios ojos, y ambos también se autoengañan y, por ende, al espectador. Mientras que, en el trabajo anterior, Vilageliu escondía la anécdota, aquí la sitúa en un primerísimo plano, a la espera de si el público es capaz también de leer entrelíneas y escarbar en la fachada planteada.

Existe también otra línea de interpretación. Los personajes están situados sobre un escenario, iluminados por un foco de luz y hablan hacia la platea. Amante del juego entre representación y realidad (basta con recordar otros trabajos suyos como “Reflejo en Rojo” o “Rondó”), el director le da a “Dueto” una atmósfera y una interpretación teatral, generando la duda en el espectador de si lo que se le está narrando es la historia real de los personajes o son dos actores recitando un papel. Esta lectura metafictiva supone también un cambio de registro en la película, que de esta manera pasaría de ser una obra de ficción a un trabajo de carácter más documental. En cualquier caso, a pesar de esto, estamos lejos de hablar aquí de teatro filmado, ya que las características de la puesta en escena difícilmente pueden congeniar con una representación teatral al uso. La labor interpretativa de los actores así lo demuestra. De igual manera que no tenemos decorado, a la hora de expresarse los dos protagonistas tampoco cuentan con recursos como el lenguaje corporal. Ambos son inertes de cuello para abajo, e incluso su expresiones faciales tienden más hacia la neutralidad, trasmitiendo las emociones, el ritmo y la narración casi exclusivamente a través de la voz. En este sentido, es de alabar el trabajo de Miguel Ángel Rábade e Idaira Santana (resultándonos en este caso más natural y desenvuelto el trabajo de ella).

Existe un bloque final donde Vilageliu saca a sus personajes de contexto teatral y los sitúa en un espacio abierto. Aquí el formato cambia por completo, representando en esta ocasión una grabación con un móvil de la vida en pareja (respetando incluso el formato vertical de la imagen). Aquí el cineasta juega también con la representación y la ambigüedad del componente audiovisual. La pareja se muestra cariñosa, cercana, feliz, características que, por todo lo narrado con anterioridad, sabemos que es falso. Con esto Vilageliu critica la hipocresía del comportamiento social, el modo en que falseamos la realidad para dar una imagen idílica, empleando la tecnología no para reflejar la realidad cotidiana, sino para dar una imagen embellecida de nosotros mismos y nuestras circunstancias.

Si bien cronológicamente “Del Amor y Otras Necesidades” es anterior a “Dueto” e incluso a “Al Borde del Mar” (se rodó entre noviembre 2015 y febrero 2016), de nuevo retrasos en la producción (en este caso, demora en el apartado musical) sitúan este trabajo en una posición posterior a ambos. Protagonizado por Bibiana Rodríguez y Enzo Scala, la película juega una vez más con la representación, la tergiversación de la realidad y el juego de espejos y mentiras entre los dos personajes protagonistas. De punto de partida sencillo, una prostituta acude a una cita en la casa de un cliente, el desarrollo del guion establece un juego entre ambos, donde nada es lo que parece y en los 35 minutos de metraje podemos apreciar un continuo cambio de máscaras y revelaciones. A medida que se van produciendo los giros narrativos, el espectador es zarandeado de un lado a otro sin saber qué es realidad y qué es ficción, si los personajes se están mintiendo mutuamente o si todo forma parte de algún tipo de juego de rol preestablecido.

Dentro de este juego que nos propone Josep Vilageliu, lo que sí encontramos es una elegante carga sensual. Ambos personajes son conscientes de su rol seductor dentro de la historia y juegan también con los estereotipos. El origen italiano del personaje masculino se ve reflejado en su caracterización de latin lover maduro, elegantemente vestido de negro, con la camisa entreabierta y el rostro adornado con una cuidada perilla. A esta imagen de partida, vamos añadiendo capas, hombre de negocios, triunfador, adinerado, pero también embaucador, farsante. A esto se añade el entorno de la casa, un chalet con jardín que acompaña tanto a la imagen de dinero y poder, como al carácter de seducción y elegancia. En el caso de ella, empezamos con esa imagen de sensualidad, marcada con el vestido rojo y escotado, sexualmente activa y dominante, atractiva y misteriosa, para poco a poco ir añadiendo una faceta más inocente, inexperta, insegura.

La música juega un papel fundamental en la cinta. Compuesta por Javier Marrero Acosta, aporta ese toque de romance y seducción necesita la historia, convirtiéndose en un hilo conductor de la misma. Frente a la planificación estática de “Dueto”, aquí Josep Vilageliu se deja llevar por la musicalidad y da a la puesta en escena la fluidez del baile. No sólo los personajes bailan en un momento de la película, sino que realmente se pasan todo el metraje bailando el uno con el otro siguiendo el compás de sus relatos, de la cámara y, por supuesto, de la partitura musical. En este sentido, “Del Amor y Otras Necesidades” se construye en base a una estructura musical como ya hiciera Vilageliu en “Rondó”. Esto es complicado de lograr y más con la inmediatez de los rodajes de cine leve. A la película le hubiese hecho falta un poco más de ensayo para terminar de concretar esa coreografía entre la cámara y los actores. Hay planos que no acaban de salir como debería y momentos en los que la dicción de los actores se pierde un poco o estos pierden naturalidad, pasando factura al resultado final. A pesar de ello, podemos destacar el carácter lúdico de la propuesta, el tono cautivador de la pareja protagonista y la intriga de la trama que convierten al mediometraje en un divertimiento encantador.