Crítica de «La Muñeca Rota»

El pasado catorce de diciembre, el Multicines Monopol nos dio la oportunidad, a quienes andamos pululando por la ciudad de Las Palmas, de asistir al estreno de La muñeca rota, último trabajo del conocido realizador grancanario Daniel León Lacave. En concreto, éste que escribe asistió al segundo pase que tuvo lugar aquella noche, dado que las entradas ya se habían agotado hace días para el primer –y en principio, único- pase que había previsto. Pese a ello, la sala seis del Multicines estuvo prácticamente llena en el transcurso de esta segunda proyección.

Antes de empezar a comentar la película, hay que señalar que, en el contexto de lo que ha venido siendo la obra de Daniel León Lacave desde el año 2010 aproximadamente, La muñeca rota supone un paréntesis con respecto a estos trabajos anteriores, caracterizados por una manifiesta y marcada economía de medios. Carencia de medios que León Lacave siempre supo utilizar a su favor, dando como resultado trabajos, por lo general, de calidad técnica y artística, dotadas de elegancia: sirvan de ejemplo de ello sus cortometrajes Nadie, Ruido o Amanecer; o sus dos largometrajes Crónicas del desencanto y Los días vacíosLa muñeca rota, por el contrario, se caracteriza por una mayor cantidad de recursos técnicos y humanos empleados en esta obra de aproximadamente quince minutos de duración. Y el primer aspecto que, desde luego, cabe destacar aquí como resultado de esta circunstancia es su ambientación. Y es que, pasados ya los primeros minutos de metraje, resulta difícil creer que se haya rodado en la ciudad de Las Palmas. Pero en efecto, así es.

Las localizaciones donde transcurre la historia se limitan a la fábrica de muñecas donde trabaja la protagonista, por un lado, y a su domicilio, por otro, mostrándose al espectador de ellos única y exclusivamente sus interiores. Por momentos, el interior de la vivienda se llegaba a asemejar, en cierta medida, a la morada de los protagonistas de la película china Knife in the clear water. Llegados a este punto, resulta obligatorio detenernos un momento a comentar ciertos aspectos que atañen al diseño sonoro y a los diálogos. Daniel León Lacave logra sortear con gran habilidad la dificultad que supondría hacer que los personajes mantuvieran conversaciones en chino –la actriz protagonista, Yanai Cruz, solo sabe hablar principalmente el castellano- poniendo en su lugar un silencio sepulcral que invade toda la película. Silencio triste y gris, que sólo se ve roto en dos ocasiones por unas pocas palabras y frases en chino. Silencio que, en el interior de la fábrica, se convierte en una amalgama agobiante de ruidos procedentes de las máquinas, solapándose los unos a los otros. El diseño sonoro constituye, en definitiva, otro de los aspectos más destacados de este cortometraje y, desde luego, una pieza clave en el funcionamiento del texto fílmico que se dispone ante el espectador.

Otro apartado que destaca de este trabajo es el uso que hace el cineasta grancanario de los elementos visuales del lenguaje cinematográfico.  Hay que señalar en primer lugar que Daniel León Lacave es un realizador que en, en toda su trayectoria anterior, suele poner el lenguaje al servicio de la historia y del contenido que transmiten sus filmes. Éste es el caso también de La muñeca rota: todos los planos que aparecen en pantalla son los mínimos e imprescindibles, los necesarios para que la historia sea contada. Igual pasa con los movimientos de cámara; todos los que se emplean están plenamente justificados. Pese a haber realizado esta obra con una cantidad de medios considerable, León Lacave se muestra sobrio y comedido en el empleo de dichos movimientos, en ningún momento pretende convertir a La muñeca… en una exhibición de sofisticada pericia técnica, en cuyo caso la historia sería una mera excusa para tal fin. Todo ello da como resultado una cinta dotada de un lenguaje sutil, sobrio y elegante.

Siempre ha resultado notoria la preocupación del cineasta grancanario, y ha estado latente en parte de su filmografía, por tratar y hacerse eco de temas y problemas sociales en general. Dicha preocupación vuelve a estar presente en la obra que ahora nos ocupa, colocándose como elemento central y vertebrador del presente trabajo, convirtiendo por otra parte a La muñeca rota en un exponente destacado de estos planteamientos, donde además logra condensar y sintetizar algunos de los elementos que han estado presentes, de una u otra manera, en sus cintas.

En primer lugar, cabe señalar el espíritu antiposmoderno que han destilado algunas de sus historias. En efecto, León Lacave se opone a esta corriente de pensamiento, y a sus relativismos constantes y sistemáticos. La muñeca rota constituye, sin duda, una  manifestación de este espíritu, que no ha estado tan claramente presente en otras de sus anteriores obras. Donde sí se había evidenciado más este carácter ha sido en trabajos como Los pechos de Paula, Ruido, Crónicas del desencanto o Los días vacíos. Él mismo ha manifestado su deseo de hacer un cine predominantemente más social, y La muñeca rota, junto con Los días vacíos, respondería a este deseo personal del director.

Si hay un elemento que empañe la buena factura global que desprende esta obra, éste es –al menos para éste que escribe- la cita que coloca al principio del metraje: recurso presente en algunas de sus películas anteriores, y pese a tener relación con  el fondo temático que se desarrolla, se trata de una frase metida con calzador, que resulta absolutamente prescindible y que, a mi entender, resta elegancia al conjunto de la cinta.

Dejando de lado este último elemento, visto en su conjunto, tanto desde el punto de vista técnico y textual, La muñeca rota resulta un trabajo de extraordinaria calidad. Sin duda alguna, su selección para la edición del catálogo de Canarias en Corto de 2018 resulta completamente merecido, y ya en sí mismo, constituye su primer galardón. Esperemos que, después de éste, obtenga muchos más, y que su recorrido por festivales sea fructífero. Sin duda lo merece.