
Dos lenguas que nunca se entendieron
El cine, como medio de expresión, no puede escapar de la realidad que le rodea. Ya sea por el propio hecho de creación o por la acción de lectura que realiza el espectador, cuando se visiona una película esta queda, irremediablemente, contaminada por la actualidad, las emociones y la experiencia vivida previamente por aquel que se coloca ante la pantalla. Lo cierto es que Los Ojos de la Tierra, el último cortometraje de Armando Ravelo, poco tiene que ver, a priori, con la lamentable situación política y social que se vive estos días en Cataluña; sin embargo, mi mente se trasladó desafortunadamente a ese espacio de dolor y desavenencia que ocupa estos días los titulares de todo el país.
Para ser justos, ninguna relación existe entre la esclavitud que los conquistadores europeos ejercieron sobre los aborígenes canarios con lo que ocurre en la tierra de Dalí, Gaudí y otros tantos genios; es más, quizá que mi cerebro realizara dicha asociación habla mejor de la indeseada eficiencia de la propaganda independentista que de la película de Ravelo. Con Los Ojos de la Tierra, Armando Ravelo acude una vez más a los años de la conquista canaria para hablarnos de la bondad y riqueza de una cultura, la de los aborígenes, que fue castigada y eliminada por la deshumanizada acción de nuestros verdaderos antepasados, aquellos que clavaron una bandera sobre la tierra de las siete islas.
Sin embargo, aunque el fin narrativo del director grancanario es el mismo de siempre, entretener y divulgar su relato histórico sobre un pasado común, en esta ocasión el resultado no solo es decepcionante en comparación son sus títulos anteriores, sino deficiente y plagado de errores. Quizá por esa razón mi mente se fue a Cataluña, espacio al que desde hace unos días he conducido mi preocupación política -como muchos españoles, supongo-, en lugar de quedar atrapada por una historia que podría haber dado mucho más de sí. Resulta una lástima, porque hay que reconocer que la filmografía de Armando Ravelo es un tesoro entre todo lo que se filma en el sector audiovisual de las Islas, si entendemos que es el único director que se ha preocupado, hasta el momento, de mantener una producción constante y relacionada directamente con la cultura e historia de este pequeño territorio del Atlántico.
Pero Los Ojos de la Tierra falla de forma evidente en el apartado técnico y la apuesta formal -el lector debe saber que, si bien es cierto que no se visionó el montaje final de la película, sí se pudo comprobar varios déficits en este apartado-. Resulta casi imposible no sentirse mareado en alguno de los tantos momentos en los que la cámara en mano se desliza, salta y gira recogiendo la acción que sucede en el bosque canario donde suceden los hechos. Lejos de producir una sensación de angustia justificada como ocurre en El hijo de Saul (László Nemes, 2015), el corto genera un desespero similar al que produjo el primer título de la saga Los juegos del hambre (Gary Ross, 2012), película que como este corto falla al trasladar un tipo de plano en movimiento que funciona muy bien en el medio interactivo de los videojuegos, pero que en el cine ha de medirse con precisión. En otras ocasiones, prestándose a ciertas concesiones estéticas heredadas del posmodernismo, la imagen pretende realzarse con encuadres y movimientos oscilantes en torno a los personajes, que no se relacionan armónicamente con cierta estética que trabaja la película, ni con lo que está ocurriendo ante la cámara -problema, si es un problema, que está presente en demasiadas películas mainstream de la última década.
Además de esto, la imagen no siempre presenta el mismo mimo y cuidado estético que celebramos en sus otros proyectos -en especial en Mah, donde sigo pensando que la belleza de la película radica en la magia onírica de algunos de sus planos-, y el apartado sonoro queda maquillado por una correcta banda sonora que además aupa la acción hasta el espacio hasta otorgarle un cariz de interés para el espectador. Y es que lo cierto es que el corto, pese a esto, se ve, se entiende e incluso el espectador puede sentir atracción por su trama, pero no debido a su riqueza narrativa, sino por el elemento de acción que solo interviene en el plano del entretenimiento.
No creo que la premisa de Los Ojos de la Tierra sea mala; todo lo contrario. Dos mujeres, una aborigen canaria y una española, intercambian sus lenguas como símbolo del necesario encuentro entre culturas -quizá por eso se me fue la cabeza a Cataluña-, en medio de varias batallas y captaciones de esclavos canarios que escenifican la otra cara de ese cruce cultural. Sin embargo, Armando Ravelo centra su atención sobre el conflicto, desarrolla sin acierto la acción en la pelea y la sangre, olvidándose de la otra parte, dando por supuesto que el espectador va a recrear con toda la complejidad que se merece el mensaje de respeto, e incluso diría de amor, que el director grancanario ha dirijo constantemente hacia las raíces aborígenes de esta tierra. Quizás el problema es que se echa de menos una mayor riqueza en el poder evocador de la imagen, ante la necesidad de usar la propia palabra para hablar del propio lenguaje y aclarar la trama. No hay espacio para conectar con ciertos personajes, y eso produce una sensación de extrañamiento ante la evolución de alguno de ellos. No obstante, el tema que se trata es interesante, más aún en los tiempo de discordia que corren.
En general, da la sensación que a Los Ojos de la Tierra le faltó tiempo de cocción, o un mayor apoyo técnico y presupuestario con el que conseguir plasmar aquel mensaje en una buena película de entretenimiento. Pese a todo, espero ansioso al siguiente título del autor grancanario, y ojalá que entonces la película pueda atraparme como siempre lo han hecho sus historias. Ojalá ese día mi mente no pueda irse a Cataluña porque entonces nuestras lenguas, espero, se hayan vuelto a abrazar como las de las dos protagonistas de Los Ojos de la Tierra.
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En 2011 creó la web sobre cine Esencia Cine (que ya extinguió sus servicios). Acompaña su actividad docente como profesor de Lengua Castellana y Literatura con el periodismo cinematográfico y la investigación sobre distintas cuestiones relacionadas con el audiovisual canario. Desde 2017 dirige Alisios. Revista del audiovisual canario.