
Tras el arranque el pasado lunes 16 de octubre, la V edición del Festival Internacional de Cine (FIC) de Gáldar daba comienzo este martes 17 a su ciclo de proyecciones en el Cine Guaires con la primera tanda de cortometrajes a concurso pertenecientes a la Sección Oficial.
Previo a esta primera proyección, se inauguraba quince minutos antes en el Hall del cine la exposición fotográfica Titanic en Gáldar, que recrea escenas de la película Titanic (1997) utilizando para ello lugares y gentes de Gáldar. Y es que el Leitmotiv de este año, según aclararon los responsables del Festival allí presentes, gira en torno al estreno hace veinte años de la susodicha película. Durante dos horas, y ante una sala medianamente vacía –y es que yendo por las calles de Gáldar no se veía nada que denotase que allí se estaba celebrando un festival de cine- se proyectaron un total de diez cortometrajes, todos ellos de ficción, a saber: Princesa de hielo, de Pablo Guerrero; Dentro del sistema, de Francisco Javier Rubio; Pico de Orizaba, de Jaime Fidalgo; Postales, de Pablo Santidrián e Inés Pintor Sierra; Estribillo, de César Tormo; Downunder, de Fernando González; El hombre múltiple, de Miguel Bardem; El Rastro, de José Extremera; Viento, de David Argüelles; y Un buen amigo, de Bernardo Hernández.
Por lo general, cabe destacar en primer lugar en todos ellos el cuidado y la atención que se había prestado al apartado técnico, con unos planos y un sonido muy cuidados. El clasicismo constituía la norma dominante en los lenguajes formales empleados, utilizados e interpretados por sus directores (tal vez) con excesiva rigidez en ocasiones, con muy poco margen para innovar. En algunos casos, el interés por exhibir un determinado dominio técnico y formal parecía ponerse (si no directamente eclipsar) por encima del interés por contar una historia (Downunder). El peso de las acciones, en muchas ocasiones, descansaba en torno a conversaciones que mantenían los personajes, llegando en algunos cortometrajes a ser el hecho principal y único (Pico de Orizaba, El hombre múltiple, Un buen amigo).
En líneas generales, el conjunto transmitía –al menos tal como lo percibí yo- una sensación de frialdad y artificiosidad, pese a que gran parte del público asistente aplaudió al finalizar algunos trabajos. Esta selección de cortometrajes recuerda, por otra parte, a las selecciones que festivales como el de Medina del Campo suelen hacer.
Desgranado brevemente algunas de las obras proyectadas, se atisbaba cierto interés por contar historias en donde la actual situación social y económica estuviese, al menos, de telón de fondo: era el caso de Princesa de hielo y de Dentro del sistema. En este último no sólo reverberaba como tal, sino que todo su hilo argumental giraba en torno a dicha situación: una mujer va a solicitar el subsidio por desempleo a la Oficina de Empleo. La funcionaria que la atiende le notifica que dicho subsidio le ha sido denegado, conforme a lo que dispone la Ley. La solicitante, finalmente (y me veo obligado a revelar su final), se ve pidiendo en la calle tras intentar inútil y desesperadamente que la funcionaria solucionase su situación.
El principal error de este trabajo, bajo mi punto de vista, reside en el hecho de cargar sobre los hombros de la empleada pública toda la responsabilidad del destino final de la solicitante. De esta manera, a base de alimentar el ya clásico “odio al funcionario”, este cortometraje responsabiliza al conjunto de funcionarios de nuestro país de buena parte de la situación en que nos encontramos actualmente, cuando en realidad dicha responsabilidad recae en otras instancias y no en nuestros empleados públicos. No obstante, el título dado a este trabajo se presta a múltiples interpretaciones.
Después de la crítica social, tanto las relaciones amorosas como los prejuicios existentes acerca de la orientación e identidad sexual fueron los temas principales de los cortometrajes que se pudieron ver en esta primera tanda: Princesa de hielo, Pico de Orizaba, Postales, y, en cierta medida, El hombre múltiple.
Mención aparte merece, en mi modesta opinión, El Rastro, de José Extremera: con toda probabilidad la propuesta formal y narrativamente más innovadora y arriesgada de toda la selección que se pudo ver, muy alejada del clasicismo dominante.
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Actualmente se encuentra estudiando el grado de Historia del Arte por la UNED y cursando el Curso de Historia y Estética de la Cinematografía de la Universidad de Valladolid. Compagina sus estudios con la realización de cine documental. Hasta la fecha, destaca su largometraje ‘Bregando Historias’ y su cortometraje ‘Toreros’.