
Durante la tarde de este miércoles 18 tuvo lugar la segunda tanda de proyecciones del V FIC Gáldar, en donde, entre otras cosas, se dio la oportunidad al público asistente de ver la segunda tanda de los cortometrajes a concurso de la Sección Oficial.
Al igual que en la jornada anterior, el clasicismo tanto formal como narrativo volvía a ser la norma dominante, si bien no en todos, sí en la mayoría de trabajos. De nuevo, durante dos horas y ante una sala que, nuevamente, se mostraba medianamente vacía –con una veintena de asistentes, para ser exactos- se proyectaron, al igual que en la tarde anterior, diez cortometrajes, cuyos títulos y directores desgranamos a continuación: A Whole World for a Little World, de Fabrice Bracq; La Madrina, de Pedro Sancho; Einstein-Rosen, de Olga Osorio; A long way home, de Iber Deari; Haloperidol, de José Manuel Carrasco; Australia, de Lino Escalera; No es fácil ser… Gorka Otxoa, de Teresa Bellón y César F. Calvillo; Un billete a Nunca Jamás, de Jorge Naranjo; Mudanza, de Pedro del Río; y 3 gramos de fé, de José A. Campos.
Como ya señalé a respecto de los trabajos de la jornada anterior, la selección que se pudo visionar volvía a transmitir una sensación de frialdad y artificiosidad, e incluso de cierta repetición que resultaba hasta cierto punto cansina, aunque el público allí presente volvió a aplaudir con buena parte de las piezas. No obstante, sí que percibo, que sobre todo en lo referente al apartado técnico y lingüístico, la mayor parte de estos cortometrajes responden todos a una serie de esquemas ya establecidos, muy rígidos y con muy poco margen para el cambio o la innovación. De hecho, lo que se percibe es un miedo terrible a la equivocación o a salirse de dichos esquemas. Por otra parte, esto provoca que, cuando uno ya ha visto unos cuantos de estos cortometrajes juntos, le empiecen a parecer, en el fondo, todos muy parecidos.
Pese a todo, sí he de decir que, en líneas generales, la selección de esta jornada ha resultado más interesante desde el punto de vista temático. Se agradece el intento, por parte de los seleccionadores del Festival, el intentar dejar patente cierto compromiso social en la selección. Volvían a estar presentes, eso sí, trabajos donde bien las conversaciones entre dos –o más- personajes constituían el grueso de la acción, o bien resultaba manifiesto el interés por exhibir artificio técnico y formal.
Éste era el caso de La Madrina, Einstein-Rosen, No es fácil ser… Gorka Otxoa, Mudanza, Haloperidol, y, tal vez, Australia. Haloperidol había sido, además, pensado originalmente para el Notodofilm Festival: un trabajo sencillo y extremadamente sintético, al igual que la mayor parte de obras que se presentan a dicho festival.

En Australia, por su parte, la actual situación económica y política volvía a ponerse de relieve en una conversación que mantienen la empleada de una inmobiliaria y su camello, en un cortometraje que tenía cierto interés tanto formal como temático. El contexto social que nos ha tocado vivir está de trasfondo también en Un billete a Nunca Jamás y 3 gramos de fé, protagonizadas ambos por mujeres de edad ya avanzada que hacen lo posible por sobrevivir y salir adelante: en el primero una ama de casa decide dejarlo todo e irse a Argentina en busca de un antiguo amor, mientras que en el segundo la protagonista hace frente al desahucio de su casa de una forma bastante original. Estos dos últimos trabajos, además, todos sus personajes eran andaluces y hablaban como tales. Einstein-Rosen, por su parte, transcurría en A Coruña, pero sus personajes hablaban con “acento neutro”. Esto me hizo reflexionar acerca del uso que se lleva haciendo de los acentos en el cine y la televisión de nuestro país: ¿por qué tienen que aparecer un canario, un extremeño, un murciano o un gallego hablando con el mismo acento? ¿Por qué no pueden aparecer hablando con sus acentos nativos? ¿Por qué sólo se “puede oír” hablar la mitad de nuestro país que habita al norte del Sistema Central y no a la que habita al sur del mismo?
Tal vez el trabajo más interesante de todos los que se pudieron ver fuera –pese a su pobre realización- A long way home, obra del director macedonio Iber Deari: un hombre sale de la cárcel tras haber cumplido una condena de doce años por unos homicidios que se vio obligado a cometer. Algunos lo están esperando en su pueblo de origen para matarlo y ajustar cuentas.
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Actualmente se encuentra estudiando el grado de Historia del Arte por la UNED y cursando el Curso de Historia y Estética de la Cinematografía de la Universidad de Valladolid. Compagina sus estudios con la realización de cine documental. Hasta la fecha, destaca su largometraje ‘Bregando Historias’ y su cortometraje ‘Toreros’.