Aurelio Carnero, el cine canario de ayer y de hoy

El 22 de octubre de 1981 llovía en Santa Cruz de Tenerife. El Cinematógrafo de Yaiza Borges se inauguraba aquel día combatiendo su protagonismo con el agua que caía desde el cielo; así, al menos, lo recuerdan muchas veces los integrantes de aquel Colectivo, como Juan Antonio Castaño “Mengue” que iniciaba sus palabras en el homenaje a Aurelio Carnero aludiendo a la naturaleza meteorológica que se repetía también durante el evento celebrado el pasado 23 de febrero en la Casa de la Cultura de Santa Cruz de Tenerife. La lluvia, no obstante, no impidió que la gente acudiera la noche de 1981 a aquella sala en la antigua Avenida General Mola (hoy Islas Canarias), como tampoco lo hizo durante el merecido reconocimiento a Aurelio Carnero, así, al menos, lo reflejó una sala de proyección conquistada por un notable calor humano.

Comenzaba el acto a las 12:00 horas con la presentación de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España por parte de su director general Joan Álvarez; un evento cuanto menos sorprendente dado el habitual sentir de hermetismo que suele acompañar a la Academia y que, en cualquier caso, dio muestras o esperanza de un cambio hacia el sentido contrario. Una modificación en los requisitos para ser académico y búsquedas de académicos de cinematografías regionales, o la construcción de una estrategia de educación audiovisual (o del cine español si se prefiere) en los centros educativos fueron algunos de los puntos que se mencionaron durante su intervención.

Sobre el cine en Canarias celebró la efectividad de las políticas de incentivos fiscales como atrayentes de rodajes foráneos, y sobre el cine propiamente insular señaló positivamente la efervescencia de los nuevos talentos que surgen en las Islas. Correcto mensaje institucional que hacía patente, entre líneas, la necesidad de un mayor apoyo de presupuesto público con el cine (y con la Academia) y del que se sustrajo, principalmente, las intenciones de cambio, lento pero cambio, que ya se han podido ir apreciando incluso en las dos últimas nominaciones de los Goya (más abiertas a trabajos de un alto valor cultural y no tanto comercial). En este sentido fue una sorpresa positiva el anuncio de un proyecto que están desarrollando para producir una ópera prima como apoyo a los nuevos talentos del cine español.

Joan Álvarez, director general de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España

Al turno de preguntas que se abría tras la exposición de Joan Álvarez le siguieron las emotivas y cercanas palabras que el cineasta cubano Rolando Díaz le regaló públicamente a Aurelio Carnero a través de un repaso conciso de su historia conjunta que finalizó citando los populares versos de José Martí: “Tiene el leopardo un abrigo / en su monte seco y pardo: / yo tengo más que el leopardo, / porque tengo un buen amigo”.

La amistad, en definitiva, fue la verdadera protagonista durante la jornada. Los posteriores discursos de Mengue y Claudio Utrera por la tarde dejaban constancia del valor humano de Aurelio Carnero y su indiscutible importancia en la historia moderna del cine en Canarias que podría resumirse con la siguiente e incompleta enumeración: miembro fundador de Yaiza Borges, director, guionista y productor cinematográfico, impulsor y director en sus primeros instantes de la Filmoteca Canaria, teórico y autor de textos y libros sobre el cine en Canarias entre otras labores relacionadas con el audiovisual de las Islas.

Rolando Díaz durante el homenaje a Aurelio Carnero

El homenaje fue amenizado por la proyección de cuatro películas participadas por Aurelio Carnero, tres como director y una como productor y alma máter. No fue sorpresa, quizá, la rebosante modernidad que respiraban los tres títulos más longevos: Álvaro mi niño (Aurelio Carnero, 1986), Apartamento 23F (Aurelio Carnero, 1988) y Fuera de juego (1996, Rolando Díaz). Si algo caracterizó al Colectivo Yaiza Borges fue su insólita búsqueda y creación de un lenguaje que huía del clasicismo más acérrimo para posicionarse en las trincheras de un cine valiente, experimental y de acudidas referencias a las películas visionadas por sus artífices.

En Álvaro mi niño, como en Apartamento 23F existe una inteligencia en la producción, escritura y dirección de las películas. Ante la falta de recursos se economizó en los espacios obligando a realizar una puesta en escena gobernada por los elementos dispuestos en el encuadre y la variación de los planos –es destacable en ambas películas el uso del plano picado y contrapicado, como recurrente elemento de presión en los personajes-.

En Álvaro mi niño toda la acción se desarrolla en un estudio radiofónico donde, de manera solitaria e incluso sombría, un presentador dirige un programa que sirve de comunicación entre marineros que se encuentran en la mar y sus esposas, en tierra. La línea argumental se mueve a través de las voces de los oyentes que transportan sus mensajes por las ondas; sin embargo, Aurelio Carnero emplea al único sujeto que se ve en pantalla como un elemento que dirige la emoción del espectador; de hecho, la posición del narrador se funde en ocasiones con la de esta figura parlante que escucha, en el silencio de una sala prácticamente a oscuras, las vidas que no pueden ser por la distancia de la tierra y de la muerte.

Existe entonces una relación entre aquel que escucha y el espectador que observa; una posición de comodidad ante una realidad en ocasiones trágica. ¿No es el espectador de documentales o de noticias televisivas un poco eso? Y ante todo, la película, rebosa de una identidad que por su naturaleza argumental es canaria, o tiene relación con la cultura y la sociedad isleña: mujeres que guardan la casa, maridos que se hacen a la mar –también podrá estar en otros territorios, pero en Álvaro mi niño se expresa con las formas y el lenguaje que caracteriza a nuestras gentes-.

Foto fija de «Apartamento 23F» (Aurelio Carnero, 1988)

Sobre Apartamento 23F bien merecería realizar un análisis más detallado. Se dijo antes de su proyección, entre alguna de las voces del público, que había sido hasta ahora la mejor película que trataba el vergonzoso acontecimiento que tuvo en vilo a España durante la tarde y noche del 23 de febrero de 1981. No podría hacer yo tal afirmación, por haber visionado no más de una mano de películas encuadradas en ese momento de nuestra historia; sin embargo, si es cierto que existe en la obra de Aurelio Carnero algo que quizá la identifica y puede diferenciar de otras.

En Apartamento 23F no es importante acercar la cámara a las balas, moverse por los estudios de TVE o retratar el aire de tensión que se supone vivió la Zarzuela en aquellas horas eternas. La película de Carnero se acerca a un grupo de amigos y muestra su sorpresa, su miedo, su risa, el peso de la incertidumbre, el hastío de un país que nunca será, la credibilidad de que las sombras del franquismo podrían volver a esconder sus vidas… Uno de los personajes se apoya en la ventana y lanza un discurso sobre un saxofón que suena, la referencia puede que sea clara, tampoco importa, ahí se concentra la verdad de aquellas horas de insomnio que sufrió una generación que tuvo, hasta ese momento, una ilusión por vivir. Una vez más la economía en la producción, el uso de la cámara, y en este caso, la acertada construcción de unos personajes auténticos, vivos, cargados de drama y de humor, envueltos por la magia de un cine que no fallece, que se mantiene inerte en la retina del espectador afortunado por encontrarse con su historia.

Claudio Utrera durante el homenaje a Aurelio Carnero

Finalmente, y aunque también se proyectó la última película dirigida por el homenajeado, Suena el destino, digo, el teléfono, ¿lo coges? (Aurelio Carnero, 2014), destaco la exuberante modernidad que contiene uno de los documentales que más sorpresa y fascinación me han causado hasta el momento, Fuera de juego, dirigido por Rolando Díaz sobre una idea del propio Aurelio Carnero. Hay en la película un humor que es protagonista desde su primera escena previa a los títulos de crédito y que, según afirmó el cineasta cubano, fue obra e idea de Carnero –por no contarla les invito a que busquen la manera de visionar la película-.

El documental muestra de manera particular la pasión que el futbol genera entre sus aficionados, concretamente entre los seguidores de aquel Club Deportivo Tenerife que robaba Ligas al Real Madrid. El montaje dinámico de los planos, el uso de sonidos extradiegéticos en los golpes de acción, las contantes alegorías (algunas de carácter satírico) y sobre toda esa capa de ficción y planificación descubierta, la verdad sobresale en unos pocos testimonios, en la incamuflable exaltación de un gol o en los nervios de los come-pipas.

De fondo, el paisaje urbano de Santa Cruz de Tenerife participa como escenario donde la vida parece no existir entre partido y partido. De la misma forma que el mar y la montaña, el paisaje natural y rural que aparece en alguna ocasión cobra otra significación bien distinta, como muestra de aquello que une a la población de aceras y edificios y a la de casas y pinocha. El fútbol es entonces un elemento unificador, un extraño invasor que altera la vida serena de la isla, es ante todo pasión, y como pasión algo inexplicable, fuera de razón, locura, y no por locura, o quizá por culpa de ella, explicación de esa vida que no existe entre partido y partido. Pocos documentales hacen un uso tan inteligente y acertado de la comedia como este.

Juan Antonio Castaño «Mengue» durante el homenaje a Aurelio Carnero

Lo cierto es que para un ser melancólico la vista de aquellos años de cine a través de películas como esta se presenta como un deseo, un anhelo para nuestro presente. Quizás el tiempo haga madurar con la misma fortuna a la situación que hoy vive el audiovisual en estas Islas, sin embargo no podemos negar que la actividad de los cineastas de entonces quizá fue más intensa que la de los de ahora, y no tanto por balance cuantitativo, sino por el esfuerzo por impulsar desde lo público y lo privado el cine en las Islas. Hoy el Clúster, SAVE y Microclima son deudores de algunos de sus logros y tienen la responsabilidad de exigir, entre otras cosas, que la Filmoteca Canaria de hoy no sea un escuálido esqueleto de lo que fue, y sobre todo, de lo que debería ser y nunca ha sido.

Aurelio Carnero, como otros compañeros de su tiempo entre los que podríamos destacar a los hermanos Ríos, Josep Vilageliu, Ana Sánchez y Mengue, han sido, de una u otra manera, con mayor o menor éxito, de forma más comprometida o menos, hilos conectores entre su generación y las que les han ido sucediendo, también las actuales. Resulta importantísimo en este sentido reconocer las posibles influencias (si es que las hay) y las herencias en cualquier caso, que los cineastas canarios de hoy le deben a los de entonces –recordaba afortunadamente Claudio Utrera el apoyo de Aurelio Carnero a uno de los cineastas más importantes de nuestro momento, Víctor Moreno, del que dijo, es autor de una las películas más importantes de los últimos diez años en Canarias, y ciertamente lo es, Holidays (2010)-.

En esta línea llamó Rolando Díaz la atención de descubrir la historia de nuestro cine para entenderlo: “Considero que es de gran importancia que la gente del cine en Canarias, los jóvenes sobre todo, y todos en general, miremos hacia atrás, que hagamos un esfuerzo de mirar hacia atrás para saber de dónde venimos, quiénes son nuestros predecesores… Sería imposible hablar del cine UNIVERSAL si no nombramos a Chaplin, y aunque respetemos las distancias, por su puesto, en Canarias no se debería hablar de cine sin saber que existe Aurelio Carnero y unas cuantas personas más que han hecho mucho, pero mucho mucho, por el cine regional.”

El homenaje se cerró de manera emotiva acompañado por la interpretación a la guitarra y voz de Black girl (Huddie Ledbetter) que realizó sobre el escenario Javier Caldas. Aurelio Carnero se mostró emocionado y muy agradecido a todos los participantes y asistentes. Con modestia y mucho humor habló de la importancia del cine en su vida y su labor en la cinematografía de las Islas. Activo en la batalla reivindicó que estos homenajes se continúen realizando anualmente así como la construcción definitiva del Instituto Canario del Cine y cuestionó que los rodajes foráneos apoyen al turismo y mucho menos al cine canario. Por otra parte, descubrió al público que junto a Claudio Utrera y Antonio Pérez Alcalde están creando unos premios canarios de cine con el nombre de Miguel Brito (fotógrafo palmero que trajo el cine a las Islas a principios del siglo xx). Aurelio Carnero es un protagonista de la historia del cine en Canarias de ayer y de hoy, y este homenaje nunca pudo ser más acertado. La lluvia perdió la batalla, Aurelio Carnero fue el protagonista aquel 23F.   

Javier Caldas durante el homenaje a Aurelio Carnero