
Miembros del Colectivo Yaiza Borges y la Asociación de Cineastas de Canarias Microclima | Foto: Tamara Brito de Heer
El tiempo avanza sin detenerse ni un instante. Es como una avenida de coches cuando el semáforo se pone en verde. Como esa antigua vía del General Mora (hoy, Islas Canarias), donde se encontraba el Cinematógrafo Yaiza Borges. La vida surge y desaparece; evoluciona sin darnos cuenta de que aquello que hoy “es”, mañana, “fue”. Cuando hablamos de Yaiza Borges, sin embargo, cuarenta años más tarde, el “es”, sigue siendo un “será”. La modernidad de este colectivo que surgía en los convulsos escenarios de nuestra sociedad a finales de los 70, no se ha extinguido, ni ha caducado; todo lo contrario, sigue siendo reflejo de un sueño, hoy, tan vivo, quizá, como entonces.
El cine, entendido como un arte, como un objeto de representación de aquello que reconocemos como industria cultural, tuvo, a través de Yaiza Borges, un importante apoyo en Canarias, concretamente en Tenerife. Su objeto era el de materializar un sueño, quizá inalcanzable, pero irremediablemente deseable por todos aquellos que entendemos la importancia del cine y de su expresión cultural como un elemento trascendental para la construcción de nuestras sociedades modernas.
Por los numerosos esfuerzos que este colectivo desempeñó en distintas materias del sector audiovisual (distribución, exhibición, producción, formación…), desde su formación en 1979 y tras su disolución en 1987, la joven Asociación de Cineastas de Canarias Microclima le hizo entrega de su segundo premio el pasado sábado 16 de diciembre en TEA Tenerife Espacio de las Artes. Una cita histórica, un encuentro entre dos generaciones de soñadores, un puente entre el cine de entonces y el de ahora. Sin duda, un merecido reconocimiento, y una oportunidad de recordar y dar a conocer lo que fue, sigue siendo, y será Yaiza Borges para la historia del cine en Canarias.
El acto tuvo lugar en un ambiente familiar, de amistad, de caras conocidas y profundo respeto por aquellos representantes de Yaiza Borges que hicieron acto de presencia en una tarde para el recuerdo. Con un discurso espléndido, Jairo López, presidente de Microclima, explicaba las razones del premio al tiempo que resumía de manera maravillosa todo aquello que había sido y es Yaiza Borges.

“Todos hemos oído hablar alguna vez de estas dos palabras [en referencia a Yaiza Borges]”. Y sí, tenía razón Jairo López, la sombra del Colectivo nos ha tocado a todos aquellos que nos hemos aproximado al audiovisual canario. Su legado es innegable, y aunque su sueño, utópico, como afirma José Alberto Guerra Pérez en el imprescindible “Yaiza Borges. Aventura y utopía” (Filmoteca Canaria, 2004), no fue materializado en su totalidad, el virus de una cinefilia comprometida con el sector audiovisual de las Islas vuelve hoy, con un tono distinto, más comedido, a germinar. “Estamos aquí, en parte, gracias a que ustedes estuvieron e hicieron lo que hicieron”, recocía el presidente de Microclima, que no ahorró en elogios y merecidas puntualizaciones sobre lo que significa hoy el legado de Yaiza Borges y su modernidad de entonces.
De hecho, las cosas no han cambiado demasiado, y muchas de las iniciativas, propuestas y metas que Yaiza Borges planteó durante los años 80, son hoy señaladas por los cineastas que integran Microclima y otros tantos. Y sí, recordaba Jairo López que aún hay mucho por hacer, muchos objetivos por materializar, y por eso, desde la humildad, el respeto y un profundo aprecio, les decía a los integrantes de Yaiza Borges: “les seguimos necesitando”.
De esa generación de cineastas podemos aprender todo aquello que hoy necesitamos saber para seguir apoyando la evolución del audiovisual en las Islas. Aprender a valorar su legado, a cuidar y mejorar lo que nos dejaron hecho, como la formación de la Filmoteca Canaria, sobre la que Aurelio Carnero, tras el cierre del acto, recordaba su importancia y la necesidad de seguir construyendo lo que debería ser –hoy, no cabe duda que esta institución tan necesaria requiere de más recursos, de nuevos impulsos, de una administración capaz de hacer frente a las necesidades reales del audiovisual.
No obstante, Jairo López iba más allá de esa solicitud de herencia, invitándoles a continuar creando y compartiendo su cine: “Hacen falta más proyectos, como Manoel de Oliveira, hasta el final”. Un final, el de Yaiza Borges, que nunca llegará, porque la llama de su esencia siempre estará viva en el interés de las sucesivas generaciones que se acerquen al cine con el amor que les infundía a los miembros de ese Colectivo, y que hoy, llena las agenda y carga las baterías de las cámaras de los integrantes de Microclima.

Tras la entrega de los premios a los integrantes del Colectivo asistentes: Aurelio Carnero, Josep Vilageliu, Jaime R. Friend, Constantino Hernández y Antonio Jarque, se pasó a proyectar el largometraje colectivo “The End” (1986) que recoge el cierre del Cinematógrafo Yaiza Borges a partir de distintas piezas. Un ejercicio sorprendente, maravilloso por el significado que hoy adquiere, 31 años después de que apagaran el proyector y cerraran las puertas de su sala. Resulta fascinante el tono vanguardista que diríamos hoy que presentan las imágenes, el tiempo en el montaje como elemento expresivo, y el humor contra sí mismo que respira el filme en distintos momentos.
No obstante, es el tiempo el verdadero protagonista de la película, su devenir, las muestras de su curso. Casi cinco años de proyecciones que se ven en el desgaste del mobiliario, en la costumbre con la que se limpia la sala, o se hace andar el proyector. Un tiempo explícito en las distintas narraciones en voz en off que tienen lugar en la película, o en el montaje de textos que dan cuenta de las distintas propuestas, los diferentes sueños de Yaiza Borges que no pudieron materializarse, que se volvieron utópicos.
En cualquier caso, resulta llamativa la resonancia con la que responde la pieza protagonizada por Josep Vilageliu en nuestra actualidad. En medio de un solar suscrito a cuatro paredes, que intenta emular el estado futuro del Cinematógrafo Yaiza Borges, Josep se despierta, se levanta de la última butaca que allí permanece, e intenta dar sentido a su situación, ubicarse en la deformidad del tiempo estrepitoso. Reconoce los elementos de la antigua sala, juega con el humor y rompe la cuarta pared hasta el punto de querer atravesarla, como los personajes de La rosa púrpura de El Cairo (Woody Allen, 1985). En un momento dado, exclama: “¡Solo ha sobrevivido esto!”. Y sí, en efecto, del Cinematógrafo solo queda palpable el recuerdo, y del cine del Colectivo, la actitud combativa, incesante, de un Josep Vilageliu, que como el director de Brooklyn, no ha parado de hacer cine desde entonces.
Yaiza Borges puede que sea esa mujer a la que nadie nunca conoció, como se aludió de forma chistosa durante la charla posterior a la proyección, pero siempre será lo que el audiovisual de estas Islas ha sido durante su historia: un sueño, una utopía, la lucha infatigable de un grupo de cineastas por hacer del cine en Canarias una realidad. Empezó esa aventura José González Rivero junto a Romualdo García de Paredes, antes que ellos Miguel Brito Rodríguez. Tras ellos, la Drago Films y Martín Moreno, el movimiento amateur y sus distintas asociaciones y colectivos, Yaiza Borges como la más trascendental, y un largo listado de héroes individuales que mantuvieron la llama del cine en Canarias ardiendo hasta la explosión del boom que supuso el digital en los 2000 y este nuevo momento de dulzor. Un tiempo de esperanza en el que se evidencia, no solo la necesidad de convertir lo utópico en real, sino la oportunidad de lograrlo, gracias a la acción de colectivos como Microclima, el Clúster, o SAVE, cada uno desde sus líneas de acción.
Tras la charla conducida por Nayra Sanz, integrante de Microclima, con los miembros de Yaiza Borges, a modo de sorpresa, se proyectaron imágenes inéditas de la apertura del Cinematógrafo el 22 de octubre de 1981, que fueron filmadas por Antonio Jarque. Sorprende el entusiasmo, las ganas por hacer, el espíritu colectivo que se intenta traspasar al público asistente, la atmósfera, aparentemente especial de ese recinto, capital de un sentimiento, de una cinefilia activa. Entonces, bajo el valioso testigo de las imágenes las palabras de Jairo López adquirían aún mayor sentido, “ustedes [en referencia a los miembros de Yaiza Borges] no querían hacer cine, sino ser cine”, y es por esa razón que Yaiza Borges, fue, es y será, siempre eterna como la magia que se esconde en las imágenes del celuloide.
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En 2011 creó la web sobre cine Esencia Cine (que ya extinguió sus servicios). Acompaña su actividad docente como profesor de Lengua Castellana y Literatura con el periodismo cinematográfico y la investigación sobre distintas cuestiones relacionadas con el audiovisual canario. Desde 2017 dirige Alisios. Revista del audiovisual canario.