La reivindicación de las brujas | 18º FICLPGC | Jornada 5

Martes 10 de Abril, quinta jornada del Festival y por tanto ecuador de esta edición. Eso es lo que nos dicen los cálculos, pero el ritmo de películas encadenadas y el hecho de estar continuamente pendiente de la agenda de los días venideros y los textos aún por escribir nos hacen dudar de esta verdad. ¿Vivimos dos días por delante, hasta donde llegan las marcas en nuestra programación, o dos días por detrás, cuando vimos aquellas películas a las que seguimos dando vueltas en la cabeza? Será mejor fiarse del calendario y no complicarnos más. En esta jornada hemos acudido a la presentación de dos películas de la sección oficial, que a pesar de proceder de dos países tan diferentes como Georgia y China, comparten un nexo común en su tratamiento del misticismo y cierto carácter feminista, no tanto desde una postura revolucionaria, sino centrando la mirada en sus protagonistas femeninas y señalando cómo las sociedad las trata de manera diferente debido simplemente a su sexo.

En Namme, su director Zaza Khalvashi se sitúa en una región rural de Georgia para centrarse en una tradición de tintes religiosos que gira en torno al agua y sus capacidades curativas. La protagonista, que da nombre al film, es una chica joven que parece destinada a seguir los pasos de su padre como curandera, mientras que sus hermanos mayores se han decantado por otras opciones religiosas. El filme se desarrolla a medio camino entre la observación de los ritos y actos cotidianos y el desarrollo de un conflicto en el personaje que le llevará a dictar su propio destino, en un acto de rebeldía que podría suponer el fin de una tradición pero también la liberación de unas cadenas que nadie le preguntó si quería llevar. La puesta en escena se apoya en un juego de contrastes (el agua y el fuego, ambos presentes en los ritos y el silencio de la montaña frente al ruido de la fábrica) para reforzar ese enfrentamiento entre tradición y modernidad. Cabe destacar también el uso de los espejos en la composición de planos, consiguiendo gracias a los paisajes y la superficie cristalina del agua una de las imágenes más hermosas de la presente Sección Oficial.

Fotograma de «Namme» de Zaza Khalvashi

Desde China y con el aval de haber ganado en el último Festival de Rotterdam llega The Widowed Witch, ópera prima de Cai Chengjie. Su protagonista enviuda por tercera vez cuando su marido muere en el incendio de su fábrica de fuegos artificiales, por lo que los habitantes de su pueblo la rechazan argumentando que está maldita, empujándola prácticamente a la indigencia mientras tiene que hacerse cargo de su cuñado sordomudo. Las tornas cambian cuando empiezan a atribuirle poderes mágicos y comienzan a pedirle favores y adorarla como si de una diosa se tratara. El tono de la película oscila entre lo crudo del drama de su protagonista, a lo satírico en los momentos en que se evidencia lo ridículo de las creencias del pueblo, que ella no duda en aprovechar a su favor. Chengjie utiliza una estética similar a la de los trabajos más recientes de Lav Díaz, con planos generales fijos y fotografía en blanco y negro, salpicada en ocasiones por detalles en color, que aparece a través de luces y fuegos, casi como un recuerdo de ese marido que falleció entre fuegos artificiales. Esta puesta en escena tiene algunas decisiones difíciles de encajar (especialmente en una secuencia con estética cercana al videoclip) que rompen con la unidad del conjunto, pero prevalece el retrato crítico de una sociedad supersticiosa y patriarcal, en el que la mujer es rechazada y culpada de todos los males o utilizada cuando se puede obtener algún beneficio a su costa.

Fotograma de «The Widowed Witch» de Cai Chengjie

Saliendo de la sección oficial nos dirigimos hacia la sección Panorama España para descubrir Europa de Miguel Ángel Pérez Blanco, estimulante ópera prima en la que una pareja de nombre cambiante va en busca de una fiesta a la que parece imposible llegar. La película hace gala de una enorme capacidad de abstracción, en la que los lugares no parecen concretarse de igual manera que los rostros quedan a menudo ocultos entre sombras o transformados por las luces parpadeantes. Lo que queda son los cuerpos que se desplazan entre ruinas en busca de un lugar imposible de hallar, siempre presente en forma de promesa y que simboliza esos sueños y anhelos en eterna persecución. Su arriesgada propuesta visual está respaldada por un aspecto sonoro y musical igualmente potente que termina de conformar una experiencia sensorial alejada por completo de lo puramente narrativo y que busca explorar los límites del cine. Precisamente el tipo de propuestas que esperamos encontrar en un festival como el de Las Palmas, siempre interesado en demostrar que hay mucho aún por descubrir en este arte.