Los festivales de cine son enfermizos | 18º FICLPGC | Jornada 4

Una película, dos películas, tres películas, cuatro películas… Los festivales son por lo general espacios que habitan sujetos extraños, víctimas de filias raras y todo tipo de anomalías físicas y mentales. El espectador de un festival de cine consume películas sin masticar, a puro trago limpio, una tras otra hasta acabar con los nervios de los ojos dilatados, el trasero plano y una babilla blanca que se resbala cada noche en las últimas proyecciones de la jornada. Hay que estar enfermo para ver cuatro, cinco, incluso hasta seis películas por día –he oído hablar de un récord de siete películas en San Sebastián-. Yo quizá no sea ejemplo de salud, aunque estoy intentando cuidar mis sentidos ópticos y mis capacidades mentales de la indigestión que produce el atiborramiento masivo de películas. Por eso quizás el lunes, mi última jornada completa de esta 18ª edición del FICLPGC, solo vi dos películas, dos verdaderas joyitas.

A quién voy a engañar… la verdadera razón de que solo pasara por sala para visionar No date, no signature (V. Jalilvand, Irán, 2017) y Môjû (Blind Beast) (Yasuzo Masumura, Japón, 1969) se debió a la lectura del palmarés de la Canarias Cinema y una pequeña charla sobre Mayo del 68 impartida por los teóricos Manuel Vidal y Santos Zunzunegui durante la mañana; así como la lectura del premio de la edición de Isla Mecas de este año. Vamos… que si no hubiera sido por estos condicionantes lo más probable es que a las 22 horas hubiera recuperado Porcile de Pasolini mientras mis ojos chillaban de auxilio y mis manos ocultaban los sucesivos bostezos que produce el agotamiento.

Sobre el palmarés de la Canarias Cinema de esta edición seré franco: el jurado fue muy cómodo y poco valiente otorgando el premio a El mar nos mira de lejos (Manuel Muñoz) como mejor largometraje y a Plus Ultra (Helena Girón y Samuel M. Delgado) como mejor cortometraje. No es que no sean merecedoras de tales reconocimientos; todo lo contrario, incluso en el caso de la película de Manuel Muñoz era cuanto menos esperado. Sin embargo, teniendo en cuenta el perfil del festival el jurado, que en esta ocasión estuvo compuesto por el fundador de la revista Mundo hispánico Miguel Rodríguez, la periodista Sabina Urraca y la directora de ZINEBI-Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao Vanesa Fernández (además de teórica del documental contemporáneo, premió a aquellas películas que se ajustan más adecuadamente a la identidad del FICLPGC. Siendo objetivos, el palmarés no es malo, pero si previsible.

En cualquier caso, el aire de decepción se debe, en primer lugar a que el premio al mejor largometraje ha caído en una película cuyo carácter canario es muy cuestionable, mientras que estaba seleccionada una película cuya importancia irá creciendo con el paso del tiempo como es Las postales de Roberto.  Por su parte, no es que Plus Ultra sea un proyecto menor al resto… ¡Ni mucho menos!… pero bueno, aquí se abren distintas opciones y formas de evaluar la selección de los catorce cortos donde fundamentalmente destacan El mar inmóvil (Macu Machín), Nocturnos (Miguel A. Mejías), La muñeca rota (Daniel León Lacave), Dua2litet (Rafael Marrero Acosta), Ángel caído (Miguel G. Morales) y Archipiélago Fantasma (Dailo Barco) además de la cinta de Samuel M. Delgado y Helena Girón. Así que, bueno, está bien que se reconociera a Plus Ultra si no fuera por la mención especial que otorgó el jurado a la pieza de la Escuela de Cine Cámara y Acción, Morir en el Intento. Seamos francos… la película es muy correcta y el proyecto de la Escuela es una suerte que da luz al futuro de nuestro cine, pero la película no está por encima de las siete otras propuestas señaladas ni presenta un corte ajustado al Festival que no tengan las otras piezas.

En cualquier caso, un palmarés es un palmarés, y si el jurado hubiera sido otro quizás los premios hubieran recaído en otras películas, salvo en el caso de El mar nos mira de lejos, esa siempre hubiera ganado. Quizá el Festival debería ser más valiente y justo a la hora de plantear los criterios que definen la programación de la Canarias Cinema para llevar este tipo de propuestas directamente a la Sección Oficial y dejar más espacio para el verdadero cine canario, aquel que desarrollan nuestros cineastas o que ofrece algún elemento a la construcción cultural de las Islas –estoy seguro de que la película de Manuel Muñoz hubiera sido una de las mejores propuesta de la Sección Oficial Internacional de haber participado en ella-.

Por suerte, el palmarés de la Canarias Cinema se complementa con otros dos premios. El Premio de Distribución Internacional que ofrece Digital 104 a uno de los cortometrajes fue concedido a la ópera prima de Rafael Marrero Acosta Dua2litet por “su hipnótica capacidad de sumergir al espectador en un viaje iniciático en el que se acaba revelando la naturaleza dual del ser humano”. Por su parte, el Premio de Distribución Internacional Canary Islands Connection recayó sorprendentemente en Apocalipsis Voodoo de Vasni J. Ramos, película que participaba fuera de concurso pero que forma parte de la Canarias Cinema. De esta forma el palmarés general de la Canarias Cinema adquirió un tono mucho más variado y enriquecedor en el que, sin embargo, personalmente eché en falta algún tipo de reconocimiento a El mar inmóvil de Macu Machín, ejercicio de una gran sensibilidad y destreza audiovisual que de momento ha pasado por los principales festivales de las Islas sin obtener siquiera alguna mención.

José Víctor Fuentes y Macu Machín tras la lectura de los premios de Islas Mecas 2018.

Es curioso cómo de diferentes pueden ser las perspectivas con las que la crítica, los programadores, el jurado, el público y la industria mira hacia un mismo punto. Por ejemplo, Apocalipsis Voodoo quedó fuera de concurso por decisión de los programadores del Festival, pero fue premiada por la industria a través del premio de Canary Islands Connection; Macu Machín quedó a la sombra del palmarés de la Canarias Cinema junto a tantos otros, pero en el Isla Mecas su proyecto documental La hojarasca recibió el premio principal que consiste en una bolsa de viaje para la participación en mercados internacionales valorada en 1.200 €. Así mismo, este Mercado del Cine Casi Hecho otorgó una mención especial al proyecto de José Víctor Fuentes, Yo mí me nosotros. De esta forma, estas dos películas que ya pasaron con éxito por los premios de Pitching de MiradasDoc se suman a la lista de futuros largometrajes que seguro se sumarán al inminente punto de fortaleza que vivirá el audiovisual canario en los próximos años si las ayudas públicas y la industria mantienen su apoyo constante a los realizadores locales.

Así, con todo esto vivido, además del enriquecedor encuentro de 45 minutos sobre el Mayo del 68 que tuvo lugar en la sala de rueda de prensa con Manuel Vidal y Santos Zunzunegui –charla que hubiera agradecido una mayor disposición de tiempo y un espacio más apropiado, como el Palacete Quegles que ha sido empleado en otras ediciones para este tipo de actos-, mi mente quedó alterada por el visionado de dos películas, sin resulta esta exposición lo suficientemente larga o intensa como para generar aquella baba blanca enfermiza al final de la noche. La cinta iraní dirigida por V. Jalilvand No date, no signature fue la película de la Sección Oficial que más atención acaparó durante las primeras jornadas. La propuesta de Jalilvand relata la historia de un médico con altos valores éticos que tras arrollar por accidente a un familia que andaba en moto siente un compromiso enorme por arreglar la vida que cree que ha destruido al morir horas más tarde uno de los infantes. La película, en cualquier caso, cuenta con una dirección de actores formidable que sabe exprimir hasta la última gota de verdad de cada uno de los personajes. Además de esto, y de presentar un guion bien estructurado y de una narrativa fácil de enfrentar por un público más general, la cinta sobresale por el conflicto ético al que enfrenta a su protagonista, y por extensión al espectador.

No obstante, No date, no signature no impacta ni innova como sí lo hizo cincuenta años antes la película japonesa de Yasuzo Masumura Môjû (Blind Beast). La película de Masumura es una verdadera joya cinematográfica, una pieza de verdadera revelación artística en la que un ciego secuestra a una modelo y la encierra en su estudio (un almacén situado a las afueras e insonorizado por un blindaje metálico) para crear el “arte del tacto”. Esa es la premisa narrativa sobre la que se construye un relato intenso, con una puesta de escena exquisita que recuerda en algunos detalles a las aportaciones vanguardistas que Dalí realizó para la película Recuerda (Hitchcock, 1945). La violencia de ciertas imágenes se muestran con cierto erotismo que atrapa al espectador en el sentido intenso del placer al que se ve atrapada la narradora omnisciente del relato que es la propia protagonista del film. Sin duda todo un descubrimiento.

De esta forma finalizó mi cuarta jornada en el 18º FICLPGC horas antes de despedirme de una de las citas culturales más importantes de cuantas se realizan al año en el Archipiélago. Sí, un festival de cine puede ser un evento enfermizo para quien se pase los días de sala en sala; pero indudablemente también se convierte en una experiencia inolvidable, profundamente humana, en la que el espectador se conoce un poco más a sí mismo y puede disfrutar de enriquecedores encuentros y conversaciones con otros cinéfilos y curiosos. Pero las experiencias intensas solo son gratificantes cuando se disfrutan de manera eventual, así que de momento, hasta la próxima FICLPGC.