“Telúrico”. Capas de Percepción

Ya desde la literatura clásica autores como Homero establecieron una relación simbiótica entre los personajes y el entorno denominada locus amoenus. La creación de un territorio idílico de paz y equilibrio no dependía tanto de la naturaleza en sí del espacio, sino de la psique del personaje, contaminando el lugar (locus) con sus propias emociones (amoenus). En “Telúrico”, los directores Sergio y Ulises Morales convierten a la isla de El Hierro en su locus amoenus particular o, mejor dicho, de los diferentes personajes que van poblando la cinta, ya sea desde una dimensión documentalista, ficcionalizada o metafictiva. A lo largo del metraje y en su exploración de las tradiciones, la historia y la naturaleza, los cineastas van dejando constancia de que existen percepciones múltiples de la isla y que, ésta, más allá de un espacio físico, se transforma para cada interlocutor en una representación de sus sueños, anhelos y antecedentes sentimentales, ofreciendo una interesante reflexión en torno a la simbiosis entre un territorio y su población.

Esto lo podemos encontrar desde el propio título de la película y en la búsqueda del protagonista, Kevin Sánchez, del significado de la palabra telúrico. Como término general, este término se refiere a aquello relativo o vinculado con la tierra, lo que define perfectamente a los personajes de la película, ya que todos, de alguna manera, guardan un vínculo muy fuerte con el territorio. Por otro lado, telúrico apunta al telurio, un elemento superconductor que, como apunta en el epílogo la cinta, cuenta con una fuente muy importante recién descubierta cerca de El Hierro. Aunque la película tiene una estructura episódica, en tanto en cuanto, cada encuentro nos describe una faceta distinta de la isla, todos los personajes están interconectados, precisamente como esa capacidad conductiva del telurio, generando una red de emociones y vivencias que hace que todo aquel que ha vivido en El Hierro se sienta parte de una comunidad.

El enfoque escogido por Sergio y Ulises Morales es cercano y popular, con una narrativa lineal y sencilla, facilitando al espectador la posibilidad de sumergirse en ese mundo folclórico y poético de El Hierro. Sin embargo, bajo esa apariencia de candidez y vecindad se esconde un universo complejo y sofisticado. En lo que podemos denominar una deconstrucción postmoderna de la voz narrativa, podemos apreciar una superposición de capas dentro del propio documental. No se trata únicamente de una dicotomía entre lo documental y la ficción, sino que la estratificación adquiere niveles más complejos. Partimos de un elemento metafictivo ya que la película en varias ocasiones deja constancia de que estamos ante un rodaje, con presencia del equipo de producción, un elemento rupturista en la narración como es la claqueta, e incluso con los actores saliéndose de sus personajes y rompiendo la cuarta pared para dirigirse directamente a la cámara (Zuleima Valido llega incluso a hacer una distinción explícita entre su relación sentimental real y la que representa en la pantalla).

Existe también un nivel ficticio, donde tanto Kevin como Zuleima establecen una historia de ficción que sirve de hilo conductor para el documental, tanto en lo que se refiere al trabajo de documentación que tiene que llevar a cabo Kevin, como la crisis de pareja existente en la historia. El hecho de que ambos sean pareja real y en la ficción contagia ambos niveles, difuminando los límites entre realidad y representación y retroalimentándose a lo largo de todo el desarrollo de la cinta. Otro ejemplo de esto lo podemos encontrar en la forma en que la explicación por parte de uno de los entrevistados del funcionamiento de la música popular da pie a la creación de una composición original por parte de la compositora de la partitura de la película, Belén Álvarez Doreste. Esto es aplicable también al papel de Cristina Ferro, quien en la ficción sirve de enlace entre la pareja y los habitantes de El Hierro, al mismo tiempo que durante la producción se encargó también de establecer puentes entre los autores de la película y los diferentes entrevistados.

En el acercamiento a la historia y costumbres de El Hierro, los entrevistados narran situaciones, acontecimientos o anécdotas del pasado, donde la tradición oral y la transmisión popular de las tradiciones juegan un papel determinante. Aquí hay un componente documental, pero también impregnado por el arte de la cuentística. Estos mismos entrevistados, al contrario que Kevin y Zuleima, no interpretan ningún papel, ni tienen conocimiento de que los dos protagonistas representan una versión diferenciada, alterada de sí mismos. Ellos sí nos hablan de su realidad, de sus experiencias y sus sentimientos hacia la isla. Existe un último nivel que corresponde con el epílogo protagonizado por María Mérida, donde ya el subterfugio de los personajes de Kevin y Zuleima desaparece y se pasa a un formato de entrevista directa a la cantante.

Hay varios conceptos que son reiterados a lo largo del metraje. Uno de los más destacados es el de tradición. Como isla con un fuerte apego a su folklore, vemos como es importante para los diferentes personajes respetar y defender la herencia recibida, evitando en la medida de lo posible el contagio con la modernización de la cultura y las costumbres. En este elemento encontramos también el secreto de la conexión de la sociedad herreña con la naturaleza, omnipresente de una forma u otra a lo largo de toda la película. Por el contrario, se subraya la poca presencia de la tecnología ejemplificado con la falta de cobertura de los móviles o la ausencia de conexión a Internet. La memoria histórica, el pasado emigrante a Venezuela, el agradecimiento y la deuda al país de acogida durante la Guerra Civil y el franquismo, y el retorno de aquellas familias es otro de esos elementos conductores a modo de telurio en la sociedad herreña. Curiosamente, donde más se marca una evolución social es en el tratamiento de la mujer. La representación de un pasado donde la mujer estaba sometida al designio de su familia y su marido o la prohibición de participar en espacios destinados a los hombres contrasta con la independencia y la reivindicación feminista que encontramos en los personajes de Zuleima, Cristina o Elsa, la mujer que participa en la tradición de Los Carneros de Tigaday. Si bien ésta defiende la necesidad de mantener la pureza de la tradición, su presencia como uno de “los carneros” supone una ruptura con la discriminación sexual que acompaña a esta tradición.

Como parte de la representación de ese locus amoenus que indicábamos al principio, la cinta dedica su vertiente más visual a ofrecernos una representación a modo de pastoral, recreándose en la belleza de los espacios naturales y con una fotografía que enfatiza el cromatismo de la isla y la integración de los elementos rurales de manera equilibrada con la naturaleza. La fotografía juega también un rol decisivo en el desarrollo de la película. No sólo por la presencia continua de una cámara fotográfica en manos de Kevin, que va registrando todo a su alrededor para la documentación de su trabajo, o el refinamiento con el que Ulises Morales filma el territorio, sino también por ese recurso a modo de cuadro viviente en el que cada personaje entrevistado posa rodeado de los elementos naturales o tradicionales que definen su presencia en la película.

“Telúrico” se presenta como un documental emotivo, nostálgico, que busca empatizar con el espectador, especialmente con aquellos que conozcan y hayan vivido en la isla de El Hierro. Como hemos podido ver, en su apariencia cercana y accesible para todo tipo de público se esconde un complejo juego de capas de realidad y multiplicidad de percepciones que enriquecen este trabajo y aportan al espectador lecturas heterogéneas y polifónicas de la isla.