Primer párrafo del 18º FICLPGC…

Empecemos por el final. En el interior del Teatro Pérez Galdós los aplausos del público en pie emocionan al artista grancanario Pepe Dámaso tras la proyección del documental El pintor de calaveras que ha dirigido Sigfrid Monleón y producido Andrés Santana. Así concluyó la primera jornada del 18º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria (FICLPGC). No obstante, el viernes 6 de abril de 2018, aquel viernes soleado y de aire un tanto gélido, el Festival daba comienzo a su programación con las primeras películas de Canarias Cinema, sección dedicada al cine de las Islas que este año alberga tantos títulos -20 películas entre largometrajes y cortometrajes que se proyectan dentro y fuera de concurso- que resulta casi, casi, una muestra de cine canario. El pintor de calaveras también se exhibió como película canaria.

El segundo párrafo suele ser el que realmente inicia la crónica; seamos sinceros, muy pocos lectores hacen click en los artículos y muchos menos leen más allá del primer párrafo –según Google Analytics los lectores de Alisios permanecen cuatro minutos de media en cada artículo; parece que sí hay gente que lee más allá del primer párrafo-. Por eso, el primer párrafo sirve de resumen, una especie de Happy Meal en palabras, y ya el siguiente inicia el relato real. En cualquier caso, ese viernes de inauguración los rayos del Sol calentaban la piel como suaves caricias constantes sobre un mismo punto; era agradable, como agradable es siempre el reencuentro con personas, amigos, lugares y experiencias. Todo parecía normal en ese reencuentro que suponía volver al FICLPGC salvo la sensación agridulce que se ha generado en algunos tras el anuncio polémico de la no participación de la Asociación de Cine Vértigo con su sección Ibértigo o la retirada de la ruta gastronómica. Aún con todo, el cine fue el verdadero protagonista durante la jornada de bienvenida con el visionado de El mar nos mira de lejos (Manuel Muñoz), Raíces (Mi hoa Lee) y la película sobre/de Pepe Dámaso.

Entrando en cuestión. El mar nos mira de lejos se presenta como el largometraje “canario” favorito en la Canarias Cinema; es, por así decirlo, la nueva Dead Slow Ahead (Mauro Hercé) que arrasó en 2016 –Mauro Herce trabaja la fotografía de El mar nos mira de lejos-. La nueva película abanderada por la productora del tinerfeño Jose A. Alayón, El Viaje Films, solo tiene de canario su participación En cualquier caso, no busquemos excusas, El mar nos mira de lejos es una película excelente, de una especial sensibilidad que traslada al espectador a un espacio de verdadera poesía visual donde lo legendario, lo mitológico y lo real se dan de la mano en una suerte de descubrimiento sobre el tiempo, sobre el futuro olvido de nuestra civilización, como la de Tarteso que se esconde bajo las dunas de Doñana. Lo cierto es que la película de Manuel Muñoz consigue capturar imágenes de una significación enorme, que abre los ojos e incluso hiere al espectador ante el surgir de una idea, una pequeña y volátil idea que invita a reflexionar sobre la propia existencia, sobre lo que trasciende de nosotros en la historia.

Fotograma de «Raíces» (Mi hoa Lee)

Puede que, en efecto, El mar nos mira de lejos sea la favorita, y lo sigue siendo tras visionar Raíces. La película de Mi hoa Lee era la “cinta asiática” de la sección canaria de este año; otra presunta intrusa, como la película de Muñoz, que viene a engrosar la lista de obras canarias, como si se necesitasen esas películas para encontrar algo por encima de la media –que equivocados estarán aquellos que acepten tal justificación-. En cualquier caso, la consideración canaria de Raíces se encuentra en tres cuestiones: 1) La productora Rita Vera participa en el film a través de Tecamedia; 2) Mi hoa Lee nació y vivió sus primeros instantes en Gran Canaria, aunque su padre era coreano y su madre peninsular; 3) Una parte importante del filme se desarrolla en Gran Canaria y recoge, de manera indirecta, parte del carácter social de unas décadas atrás. Más allá de eso, Raíces no es un documental canario, pero si una ópera prima interesante por el ejercicio de búsqueda que emprende la directora hacia sus orígenes. Sin embargo, lo cierto es que pese a conseguir establecer un vínculo con el espectador y ofrecer ciertos momentos de revelación, la película peca de ser un tanto pretenciosa –sobre todo en algunos textos de la voz en off-; en ese interés por querer ser “algo” abandona la auténtica realidad en momentos puntuales, los justos como para plantear su ejercicio ético. Con todo, Raíces merece atención por lo auténtico de los momentos más puros de la película –maldito posmodernismo que lo conquistas todo…-.

El pintor de calaveras por su parte puede presumir de ser una de las pocas películas –personalmente es la única que yo he visionado- en la que se descubre la auténtica naturaleza de Pepe Dámaso; eso sí, a modo de píldoras o momentos de revelación pura. No es que Dámaso sea un artificio, sino que tras su carácter singular y extrovertido uno entiende que existe una esencia interior desconocida, oculta tras la construcción de su personaje. En películas como La isla donde duerme la Edad de Oro (Isabelle Dierckx, 2005) o Iter in semet ipsum. Dámaso (Miguel G. Morales, 2009) Pepe Dámaso llega a conquistar el objeto cinematográfico de tal manera que parece dirigirse a sí mismo, superando la autoridad del director al otro lado de la cámara. En la película dirigida por el director valenciano parece existir un acuerdo previo por el cual Dámaso se presta a ser retratado, pero también a participar en la propia construcción de su realidad a través del reencuentro con una tomavistas de super-8. Lo que yace de El pintor de calaveras es la captura del proceso por el cual el artista acepta el fallecimiento acudiendo a su memoria a través del contacto directo con el arte, con su arte. Sin embargo, no estamos ante una película dramatizada o melancólica; todo lo contrario, el filme respira un humor directo a través de la propia acción de Dámaso que una y otra vez conquista el plano para regalarnos trocitos de su identidad y pedazos de una actitud vitalista frente a la vida, esa vida que según él le devolvió esta película.

Así, en definitiva, transcurrió una primera jornada marcada por aquella gala de inauguración presentada por el Gran Wyoming; gala, eso sí, larga y un tanto pesada. El cine canario se aventuró a través de estas tres propuestas; el público comenzó a coger carrerilla para afrontar los días siguientes y un servidor era feliz por volver a recorrer la Calla Triana en busca del arte cinematográfico que cada año descubre el FICLPGC a su público en las salas de Multicines Monopol. Ahora debería de escribir alguna frase bonita, que se pudiera citar entrecomillada y que sirviera para promocionar la crónica por distintas páginas de Facebook, pero en treinta minutos se apagan las luces y encienden proyectores y no existe la necesidad de ponerse tan pedante. Hasta mañana.

Fotograma de «El pintor de calaveras» (Sigfrid Monleón)