
El pasado lunes 9 de julio en Las Palmas de Gran Canaria tuvo lugar el concurso audiovisual de cortometrajes propuesto desde la Asociación de Cine Vértigo. La proyección que el colectivo organiza cada año en la sala CICCA de la capital grancanaria bajo el epígrafe “Visionaria” se ha convertido en una cita consolidada dentro del escaso circuito cinematográfico canario.
Cobrando cada vez mayor importancia y rebasando las expectativas en su convocatoria en esta su octava edición, “Visionaria, concepto de isla” ha conseguido reunir 26 cortometrajes de diversos realizadores, algunos nombres ya conocidos de sobra en el panorama audiovisual de las islas, y otros que se acercaban por primera vez a la propuesta cultural de Vértigo.
Las bases, al igual que en ediciones anteriores y siguiendo la estela de los tan populares festivales de cine express, invitaban a los realizadores a crear piezas mínimas, condicionadas por el límite de 90 segundos y bajo un lema genérico; que en esta ocasión rezaba “Todo se Transforma”.
Las propuestas no presentaban demasiada variedad, debido quizás a que el corto margen de duración hacia desembocar inevitablemente a los realizadores en piezas mas cercanas al video-arte que a un concepto narrativo.
Abundaban los documentales inspirados en fotos e imágenes antiguas, en muchas ocasiones de carácter autobiográfico, como se deja ver en los trabajos “Anita y Tomás” (Cayetana Cuyás), “jardín” (Marine Discazeaux) o “Romeria” (Guillermo Carnero), y en otras con referencias arquitectónicas, algunas en base al antes y el después, casi como excusa para cumplir con el lema propuesto desde la convocatoria. “La Roca” (Fernando Alcántara) o “La Torre de Carbón” (Carmen Nieves) serían ejemplos de ello.
Donde único pudimos observar un intento de aproximarse a un relato narrativo, con elementos cinematográficos como el cuidado en la interpretación, el ritmo de montaje o el uso narrativo de la música fue en “Figulus” (Ángel Hernández), donde el modelaje de la arcilla justifica el lema, y donde pudimos apreciar un trabajo mas elaborado que en el resto de la selección, pieza que finalmente se alzó con el premio especial del Jurado, mencionándose en el acta todos estas características expuestas.
“El hombre que confundió la isla con un sombrero” (Carmen Tortosa) se revela como un cortometraje surrealista y críptico, al estilo de Luis Buñuel, y es curiosamente el único trabajo que está basado en un texto literario al margen de las demás propuestas, que partían de ideas creadas ex-profeso para el certamen.

Hubo hueco también para comedias divertidas y gamberras como “Serie B” (Javier Marrero), autodenominada como un corto “voluntariamente con infografía cutre” , “El Leñador” de Navarro Miñón, quien fiel a su estilo se auto dirige llevándose a si mismo hasta el absurdo, o incluso “Comunistas renegados” de Juan Alfredo Amil, pieza de difícil catalogación como comedia, ya que responde a una profunda reflexión humana y política, pero que arrancó las risas del público.
“Bodegón” (Nacho Bello) se aprovecha del lema y del concepto de transformación para crear imágenes bien construidas de alimentos y su transformación al ser cocinados.
Capítulo aparte merece la obra “Símbolo” (Rubén Armiche), galardonado con el premio del público, al tratarse de la única pieza de animación, consistente en un bonito homenaje a las estatuas de los perros de la Plaza de Santa Ana.
El jurado decidió premiar con el galardón al segundo mejor cortometraje a “Futuros” de Yon Bengoechea, un hábil trabajo donde se explotan elementos cinematográficos como la pantalla partida, el montaje y la música.
El primer premio recayó sobre “Los Muertos” de Macu Machín, quien ya en la edición del año anterior había resultado premiada en segundo lugar. “Los Muertos” se engloba dentro del género documental onírico del que Machín ha dado muestras anteriormente con buenos resultados, y se adivina como una suerte de teaser de su próximo trabajo, basado en la historia de su propia familia, tal y como ella misma anunció al recoger el premio.

Como anécdota habría que reseñar que el Premio al cortometraje por la igualdad de Género quedó desierto, considerándose que ninguno de los trabajos seleccionados abordaba esa temática desde ninguna óptica válida. En este sentido, deberíamos reflexionar sobre la distancia entre la propuesta de género y el lema elegido para esta edición, lo que conllevaría un esfuerzo añadido para los realizadores a la hora de condensar ambos conceptos en una sola obra.
De cualquier forma, cuando asistes a Visionaria, a esta edición o cualquiera de la anteriores, siempre se puede apreciar que un talento y unas inquietudes creativas, cinematográficas o no, en cada una de las pequeñas propuestas, lo cuál es un signo de que algo va bien en el audiovisual canario.
Así que le deseamos larga vida y toda la suerte del mundo a este “Visionaria, concepto de isla”. Queda mucho por hacer, cierto, pero ahí está el desafío.

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Daniel León Lacave