
El Auditorio Teobaldo Power de La Orotava acogió anoche la proyección de cortos de la Sección Canaria de la onceava edición de su festival de cine. Una cita que dio comienzo a las 20:30 horas, y que, sin llenar la sala, contó con un aforo notable de asistentes. Como en otras ediciones, el Festival de Cortos Villa de La Orotava ha querido ofrecer a los cineastas canarios su particular ventana de exhibición; una magnífica oportunidad para que el público y el cine de las Islas se encuentren. Sin embargo, los onces títulos seleccionados para su proyección dejaron en evidencia el momento crítico que está viviendo el sector audiovisual en Canarias.
Lo cierto es que la selección de cortos canarios de esta edición no será recordada como una de las mejores del festival. Pese a que seis de los once títulos fueron dirigidos por Armando Ravelo, Cándido Pérez de Armas y David Pantaleón (todos ellos con dos cortos seleccionados), la selección en su conjunto dejó en evidencia las dificultades económicas a las que se enfrentan hoy los cineastas canarios. De hecho, hasta cinco de los cortos proyectados (El desembarco, A..rró…rró, La niña, El polinizador y Perséfone) habían sido realizados dentro del marco de la pasada edición del Festivalito de La Palma; por lo que se puede entender que, en esta ocasión, el concepto de cine guerrilla estuvo más presente que en otras ediciones pasadas donde lo noticiable era encontrarse con títulos que se habían gestado con la idea de regirse por los caminos de la profesionalización más clásica.
Sea como fuere, y sin que esto suponga un desmérito al esfuerzo y la perseverancia de todos los cineastas que han participado en esta edición (vieran o no seleccionadas sus películas), debe de entenderse que la decepción fue doble. Por un lado, algunos cortometrajes no estuvieron al nivel de maduración formal que se le debe de exigir hoy a la cinematografía canaria, y por otro lado, fue fácil caer por un momento en la pena de concluir que tal hecho podría ser traducido como un debilitamiento acusado del cine de las Islas, posiblemente causado por las graves dificultades económicas y de formación a las que se enfrenta el sector en estos momentos. En cualquier caso, es de agradecer y muy meritorio que el cine canario pueda seguir desarrollándose pese a las adversidades.
En lo que atañe a la propia proyección de cortometrajes, hay que decir que entre lo más destacado se podrían encontrar las películas de David Pantaleón, El desembarco (4 min.) y El polinizador (4 min.), en las que el cineasta grancanario escribe con su particular lenguaje dos críticas a la realidad histórica y social en las que el humor llega al público al final de cada pieza. Por su parte, Cayetana H. Cuyas y Cris Noda también dirigen un cortometraje profundamente crítico, Melodrama (13 min.), que tras su paso por la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, vuelve a sorprender con su tono estético y emocional en una historia a la que no se le puede reprochar nada, sino todo lo contrario.
Películas destacadas por su apartado narrativo fueron las dos propuestas presentadas por el tinerfeño Cándido Pérez de Armas, A…rró…rró (5 min.) y Perséfone (5 min.) pudieron cautivar al público con sus historias, donde el misterio decora el verdadero trasfondo de dos historias humanas. También en lo narrativo se podría destacar a Mañana hablamos (6 min.) de Lúifer Rodríguez, una historia muy bien desarrollada a la que lamentablemente no le acompaña un buen apartado técnico, como sí ocurre en Icelands (12 min.) de Miguel Ángel Mejías, una historia cuidada tanto en lo formal como en lo narrativo, que sin necesidad de introducir diálogo explota al máximo el potencial lingüístico del cine.
Finalmente, los trabajos de Armando Ravelo, El canto del monstruo (9 min.), y Estela (5 min.), o las piezas de Domingo de Luis, La niña (6 min.) y de Guacimara Yanes y Hector Martín, Mi nombre es Mara (12 min.), constituyeron la parte menos destacada de la selección. Lo predecible y convencional de sus propuestas, así como la poca madurez técnica y formal –no en el caso de Armando Ravelo- marcó una clara distancia con respecto al resto de títulos. Sin embargo, del mismo modo, también es cierto que la película más aplaudida fue Mi nombre es Mara, y El canto del monstruo de Armando Ravelo probablemente contentó y sorprendió a un gran porcentaje del público, gracias a unas interpretaciones muy bien trabajadas y a una dirección muy cuidada por parte del cineasta grancanario.
Con todo, la fiesta del cortometraje canario consiguió celebrarse por sexto año consecutivo en el marco del festival oratovense. La conclusión a la que debemos de llegar tras la experiencia de este año es que el cine canario requiere de un apoyo firme y continuado por parte de la administración, o de lo contrario, es probable que sea todo un reto salvar y mantener los avances y las carreras particulares que han estado gestándose en los últimos 17 años de la cinematografía de estas Islas Afortunadas.Suerte y ánimo a todos.
Publicado por Attua Alegre Paiz en Esencia Cine el 18 de noviembre de 2016.Artículos relacionados
En 2011 creó la web sobre cine Esencia Cine (que ya extinguió sus servicios). Acompaña su actividad docente como profesor de Lengua Castellana y Literatura con el periodismo cinematográfico y la investigación sobre distintas cuestiones relacionadas con el audiovisual canario. Desde 2017 dirige Alisios. Revista del audiovisual canario.